Me levanto a las 4 y media porque estoy hasta el moño de ir y volver a la habitación de los niños. Ninguna noche sin su como mínimo diez despertares -mínimo-.  Entre «mamá agua», tengo miedo, quejidos por molestias, pañales desbordados, desvelos…al final estoy tan activada que estar en la cama me pone de los nervios. Total, media hora más que lo habitual, tampoco es pa tanto…

NOTA 1. Sí, suelo levantarme a las 5 como norma. Desayunar en silencio es the most precious thing en el mundo. Ya me lo diréis, ya.

Preparo un café y ahí aparece la perra a pedir su hueso de turno, de esos que son para la higiene dental. La tía no falla: en cuanto me oye levantarme, así sean las 4, las 5 o las 7 ahí la tienes. No espera, a las 7 nunca ha pasado, maldición…

NOTA 2. Es una perra que hiberna. Duerme por ella y por todos sus compañeros. A veces he de comprobar si respira. 

Enciendo las noticias del canal 24 horas – las únicas a esa hora además de videos musicales a cascoporro, tarot y partiditas de póker online-, cojo el portátil y sorbo mi café con leche templado des-pa-ci-to porque mis hijos tienen un oido superfino, un sentido ultra desarrollado, una capacidad sobrehumana de escucharme cuando no necesito que me escuchen. Eso sí, hay que llamarlos 36 veces para comer, quitar el lavavajillas, lavarse los dientes o ponerse a hacer la tarea. Qué cosas…

Nota 3. Sugerencia: crear un canal de televisión para madres/ padres insomnes. Yo ahí veo nicho.

Lo mismo araño 30 minutos porque sobre las cinco o cinco y media suele aparecer uno, o dos o los tres, aunque la mediana ya ha conseguido establecer una rutina de nueve de la noche a seis, que no es lo deseable pero es gloria bendita, LA VERDAD. Los otros son un despipote, y ahora con el confinamiento de las narices y todo lo que implica lo mismo se me duermen a las 7 de la tarde, que a las 11, que duermen siesta, que no…la cosa es no ponerse de acuerdo. Es así. Y sí, he probado todo, que soy una máster en eso de estrategias para conciliar y mantener la famosa «higiene del sueño».

En cuanto aparece el que sea se acabó la paz de este ser humano. Quieren hablar, a toda costa, mucho, un montón. Rodri no, obvio, ya quisiera yo, pero me tiene bien entretenida porque se ha creado unas rutinitas la mar de graciosas…

Lo primero es que le tengo que cambiar el pañal, de igual que esté seco o no. Después llega el me tumbo AQUÍ-tápame con ESTA manta (la otra de un tono pelín más claro pero exactamente igual no me vale)-ponme ESTOS dibujos-dame un besito-no te vayas- bueno vete- no espera, dame agua- hace un gesto que no identifico- se cabrea- grita- grita más- me empiezo a desesperar- me pide comida- le digo que NO, hasta las 7 nasti de plasti- se cabrea máximamente- le doy más besos- tira cojines- le pregunto que si se ha quedado mejor- se calma- me piro.

De ahí hasta la hora del desayuno es una sucesión de idas y venidas, yo corriendo a las escaleras para que no se caiga, explicándole que no toca comer, con y sin pictos, dando tablet en plan «me rindo, has ganado».

NOTA4. Mi casa está en desniveles, de manera que la cocina y salón están enmedio, sala de estar abajo y dormitorios arriba. Lo de las escalera y tal me restan un poquito de vida cada día con el niño pero mira, que no se diga que no hago ejercicio aeróbico.

Y mientras, los otros contándome millones de cosas que obviamente les han pasado desde que se acostaron hasta el momento de despertarse. Por supuesto, porque a todos nos ocurren quillones de sucesos mientras dormimos, ¿verdad? y necesitamos desesperadamente compartirlas con el mundo.

Echo un rato muy chulo explicándoles que estoy intentando trabajar o estudiar. Indico gafas, bolígrafo, cuaderno, portátil y cara de circunstancia para dar pistas pero nada oye, que no lo pillan.

-Me lo cuentas luego peque, ¿vale? que necesito acabarme esto urgentemente.

-Sí mamá, lo entiendo, pero mira, mira que gracioso es este peluche de una rata de Ikea que no cogía desde hacía un lustro y me ha dado ahora por vaciar el cajón entero de juguetes a las cinco y media, fíjate, y necesito imperiosamente que lo achucbes y le pongas un nombre porque es de vida y muerte y no puede esperar.

Y así se pasan los minutos hasta que llega la hora del desayuno.

NOTA 5. Mis hijos callan y les salen subtítulos.

Las comidas con Rodrigo son el infierno en la tierra, el peor momento del día. Da igual lo que toque. Así que respiro hondo porque anticipo lo que van a ser los siguientes diez minutos.

Suele empezar bien porque es el niño obediente por excelencia. En cuanto digo » a desayunar» es el único que viene a a primera. Saca sus cosas, ayuda -le encanta- y nos reímos mucho. Pero luego  llega lo bueno.

Para empezar se cabrea lo más grande porque no todos los días hay bizcocho casero (¿¿cómo se puede ser una madre tan malvada, por favorrr??). Rebusca en el horno y la bizcochera y cuando se da cuenta de que no hay se desata su ira, que me río yo de los dioses griegos.

Mis bizcochos, como dato, son muy tochos. Miden como cinco dedos de grosor y suelen durar lo que va desde que los hago hasta la siguiente comida. De ahí que no me de la vida (ni la cesta de la compra), para bizcocho diario. Que la culpa no es de ellos solo, ojo, que es que están muy ricos.

Trozo de bizcocho que mide cinco dedos de grosor. Diario de una carentena 1

Después se sube al taburete pero debo ser lenta, porque mientras cojo el babero se vuelve a escapar. Lo pillo corriendo de puntillas -para fostiarse matarse, de verdad-. Con el corazón ya en la garganta lo vuelvo a sentar, empiezo a darle la comida mientras le sujeto los dos brazos con una mano, con el cuerpo lo presiono contra la encimera, con la cabeza le sujeto la suya y con la mano que queda intento darle la cucharada. Claro, con eso de que lo del circo y las acrobacias se me dan regular acaba -por fin- metiendo la manaza en el tazón y restregándolo por la mesa.

Objetivo cumplido, ya se ríe y se relaja, y yo lo atravieso con la mirada respirando más hondo si cabe. A medio comer llega la fase dos de esta pesadilla, el conocido molinillo. Mastica y escupe, con suerte fuera del recipiente. Si no hay suerte…pues eso. Un espectáculo dantesco, palabra.

NOTA 6. No os podéis imaginar lo que es mi cocina tras los desayunos. Parece que vivimos 17 personas mínimo.

Acaba de desayunar, o lo deja a medias o lo mismo toma solo dos cucharadas, según. Eso sí, el antiepiléptico que no falte, si se me olvida ahí está el para recordarlo, y en ese momento llega el choque de manos y el «muy bien campeón, gracias«.

Ahora veo el momento de dejarlos pastar libremente y retomar lo que estaba haciendo a las cinco. ¡Albricias! Me ducho y visto y me dispongo a cumplir con mi horario previsto que tengo a bien organizar en cuaderno, tasks, google calendar, agenda, folio suelto y pizarra borrable. Por si algo se me escapa.

Pero ay amigos, no creáis que la cosa iba a ser tan fácil, qué va. Habitualmente he de recalentar el segundo café con leche y las tostadas me las como duras a dolor (las del redesayuno, y luego que porqué he engordado dos kilos y pico, ya ves).

Hasta las 8 y media, o sea, esos 50 minutos aprox que me quedan los vivo entre subidas y bajadas de escaleras, tablets que vuelan (Rodrigo sutil, lo que se dice sutil cuando se enfada no es), cabreos del pequeño porque los de minecraft o roblox o yo qué se le trollean y no le dejan jugar a nada, la otra cantando a grito pelado mientras dibuja, Rodrigo que vuelve a pedir por enésima vez que le cambie el pañal, la perra que quiere salir, las notificaciones que empiezan a saltar como locas (nota mental: silenciar forever todas), mi santo que llama antes de sus clases…la menda ve con resignación que ya es la hora de comenzar la jornada de maestra en ciernes.

¡Ah sí! y todo esto acompañado de muchas risas, de canciones varias, de bromas diversas, tratando de mantener el tipo y no perder la paciencia antes de las nueve de la mañana. Y entre «chicos, a hacer los deberes«, los «pero qué ascazo mamáaaaa, no quieroooo!!!»  y sobre todo ese «¡Que no os lo repito más!» es el momento en el que realmente comienza lo bueno…

Holi estrés

Dibujo Gacha life de mí gritando "niños" super enfadada, hecho por mi hija. Diario de una cuarentena.

Vanesa versión Gacha life según mi hija…

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