¡Quién me iba a decir a mi que llegaría un día en el que me despertaría por la mañana y dejaría de ver el Autismo para pasar a ver a Rodrigo! Era impensable.
Durante años los diagnósticos, las etiquetas, las dificultades, las necesidades empapelaron nuestra casa, invadieron nuestras vidas. Y no era capaz de mirar a través de esos informes. Esto perpetuaba el sentimiento de dolor, de pérdida, mis miedos, la culpa, la negación, el enfado…y no me dejaba avanzar.
Iba a saltos por la vida, sobreviviendo como podía y yo, francamente no soy nada partidaria de sobrevivir ya que para mi es algo así como vivir a medias, aunque ya sabemos que la vida, a veces, apenas nos da para respirar y funcionar en modo automático…
Conforme aprendía, conforme estudiaba, conforme Rodrigo iba trabajando y, sobre todo, conforme lo miraba -pero miraba desde lo más profundo- iba logrando quitar capas y sentirme menos derrotada, menos anclada en una ilusión y más enfocada en el presente. Y cuanto más me enfocaba en el aquí y ahora más lo descubría a él.
Ese descubrimiento supuso, a nivel personal, todo un proceso de transformación para poder ser la madre que él necesitaba. Porque hasta ese momento mi sensación era la de ser una madre forzada, una madre creada sobre una idea, como un papel a respresentar.
Dejé atrás parte de mi vida anterior que ahora, con perspectiva casi que agradezco porque he logrado ser una persona plena. El futuro que yo me había construído a base de aspiraciones, proyectos era ambicioso, ya lo creo pero hoy puedo afirmar que le faltaba amor.
La frustración de los primeros momentos dio paso a una realización, a encontrar un propósito que me emocionaba y que le daba sentido a todo. Comencé a crecer y aún hoy, a mis casi 48 años, aún no he acabado de hacerlo. Porque Rodrigo me enseña, me transforma día a día. Pone a prueba mi paciencia, mi energía, mi imaginación, mis reflejos, mi resistencia, mi maternidad. A mi en todas mis esferas. Y a la familia, a todos nosotros. Despierta una sensibiildad especial, exalta nuestro sentido de la justicia, evita que seamos meros espectadores y todo eso impacta en nuestro entorno.
Rodrigo no solo me transformó a mi. Cambió a mi familia, cambia día a día, y cambia a aquél que quiere mirar. Está destinado a ser un elemento transformador y por eso lo admiro infinitamente. Y no a pesar de todas sus dificultades y necesidades, sino junto a todas esas características que si, le hacen la vida más difícil a él y a nosotros, pero que al final es lo que en esta ruleta de la vida nos ha tocado vivir. Rodrigo ha despertado en mi capacidades que ni me imaginaba que albergaba. Y si bien hay días en los que me siento perdida cada vez son más los que consigo salir con la cabeza bien alta sintiéndome fuerte para lidiar con todo lo que se me ponga por delante. Porque él me ha enseñado. Porque él ha sido, es y será mi maestro.
Muchas gracias por compartir está reflexión. Me ha hecho llorar de emoción. Das en el clavo de muchas sensaciones a las que no le había puesto nombre.