Dentro del amplio universo que supone encontrarse dentro del espectro Autista, son frecuentes los patrones de comportamiento repetitivos, las manías o la poca flexibilidad a la hora de cambiar determinadas conductas. Insisto, esto dado en múltiples intensidades y de millones de maneras diferentes porque como ya sabemos no hay dos autismos iguales.

A lo largo de los casi catorce años de mi hijo Rodrigo hemos pasado por decenas de fases, hemos lidiado con conductas nada adaptativas (y seguimos haciéndolo), con una rigidez cognitiva que nos ha limitado y aún limita enormemente…Muchos de estos comportamientos pueden trabajarse y no es algo que pueda modificarse de la noche a la mañana. Otros persisten y hay que armarse de paciencia y sobre todo aprender a relativizar. Nosotros hemos cambiado mientras él ha crecido, en percepción, en comprensión. Somos sus aprendices y no solo nos da sabiduría sino también paciencia y entendimiento.

Pero también hay conductas que pueden llegar a ser un puntazo según en qué contextos y sin ser disruptivas, respetándolas y sabiendo que a él le facilitan organizar su vida las abrazamos fuertecito y las asumimos como parte del día a día.

El otro día reposteaba en instagram una publicación que me hacía mucha gracia en la que se hacía referencia al hecho de que las papiulas gustativas de muchos de nuestros niños encuentra en poderoso aliado en el ketchup para comer lo que sea. Y sí, digo lo que sea porque es así, hasta lo más inverosímil. Y no son pocas las madres que me comentaron «eh, que yo llevo en el bolso siempre sobrecitos por si acaso».

 

Esta es una de nuestras realidades, y no son las únicas. Al final tratamos de hacer ajustes y encontrar esos trucos, esos atajos, inventos, artificios que al final nos hagan a todos la vida más comprensible y amable. Y esto, amigos, lo hago extensible al maravilloso mundo de la pa/maternidad diversa y no diversa.

Algunas de las manías o mejor «preferencias» que Rodrigo tiene y que respetamos por nuestra supervivencia mental son:

  • Tener dos peluches iguales para dormir. Todo surgió cuando una noche siendo bebé no encontramos a su oso y se armó lo más grande. Así que desde entonces ahí vamos. Uno de ellos no superó las últimas operaciones de relleno y reconstrucción y rápidamente lo sustituímos. Carecen de orejas casi ya pero ahí siguen, cumpliendo su papel de objeto de apego.
  • Duerme con dos almohadas. No una, dos. Una para apoyar en principio la cabeza -que luego a media noche aparece enmedio de la habitación-, y la otra para ponérsela entre las piernas o apoyar el torso o doblarla o lo que sea. Esto se hace extensible a cojines, por supuesto.

Rodrigo durmiendo con dos cojines

  • Tener dos tablets. He perdido la cuenta de las que se han roto. Gracias a que existen ahora las reacondicionadas podemos ir sustituyendo porque ni con fundas protectoras militares ni carcasas anti todo sobreviven a los viajes que Rodrigo les mete cuando se enfada y las lanza por los aires. Así, si una se queda sin batería y por lo que sea se encontraba enfrascado en algo rápidamente la sustuimos.
  • Necesita orden físico en la cocina. No hay manera de darle de desayunar si previamente no se ha guardado el terabrick, el bote de cacao, la caja del bizcocho, el paquete de galletas o lo que sea que lleve la leche…además, de meter en el fregadero y/o el lavavajillas lo que haya por ahí y dejar las encimeras niqueladas. Solo entonces se sienta a comer.
  • Y con las mismas no se acuesta ni se sienta si, tras cenar, no se recoge absolutamente todo, incluído el mantel. Es una presión porque él siempre acaba de comer el primero ya que su padre suele acabar dándole. Pues en ese momento empieza con los aspamientos a meternos prisa y a quitar cosas. Es un estrés que oye, me recuerda enormemente a determinados restaurantes. Su hermano siempre repite lo miso «Papá no te quejes, ¿a quién se le ocurrió la brillante idea de cenar en familia?» Pues eso.
  • Para vestirlo no vale hacerlo de cualquier manera. Se lo tiene que quitar primero todo, pero todo. Después se le pone el pañal, el pantalón -pobre del que intente poner la camiseta antes-, luego la parte superior y por último calcetines y calzado si va a salir. No vale otro orden. Y posteriormente pone la ropa que se ha quitado encima de la mesa.
  • Ah, y si toca cole hay que asearlo inmediatamente antes de salir porque su tendencia es la de coger su mochila, mi bolso, gafas, mascarilla, correa de la perra, llaves…y lo mismo queda media hora o una hora o lo que sea…Así que hay que ajustar tiempos con precisión suiza para que ni sobre ni falte. Corremos el peligro de que se quite TODA la ropa y tengamos que empezar de nuevo. Nah, un poquito de estrés diario nada más…
  • Tiene que cerrar él las puertas del coche. Si por lo que sea nos olvidamos y la cerramos nosotros las volvemos a abrir. Se ve que no lo hacemos lo suficiente bien o lo suficientemente fuerte…
  • Podemos ir relativamente tranquilos a hacer la compra a un super siempre y cuando no pasemos dos veces por un mismo pasillo. Es decir, nuestra organización debe ser tal que como se nos olvide algo más vale que vayamos todos y podamos repartirnos, porque si es el padre que va solo con él la fiesta es memorable para ellos y el resto del hipermercado.

Rodrigo comprando con su padre empujando un carro

  • A veces se levanta con una hambruna post guerra. Le preparas el desayuno con toda la parafernalia y ¡oh sorpresa! no quiere comer. Pues bien, olvídate de recalentarle luego la leche, así hayas dejado medio bizcocho dentro. Prefiere pasar hambre antes de comerse un desayuno que estaba preparado de antes. Tiene que ver cómo lo preparas y echas los ingredientes. Aunque me esconda para meter en el microondas el tazón de antes no cuela, para nada.

Estas son algunas, que no todas ni de lejos, de las cotidianas costumbres de nuestro adolescente. ¿Os suenan algunas? ¡Me encantaría que las compartiérais por aquí!

 

 

 

 

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