manías-TEA-rigidez-blogLa existencia de determinadas manías es una característica bastante común en los niños que se encuentran dentro del espectro Autista.
Manías que desesperan, nada adaptativas, socialmente incorrectas y que generan un estrés que ni os podéis imaginar.
He comentado en varias ocasiones la falta de flexibilidad cognitiva de #Elde9, algo que va ligado a su rutinización del mundo y que afecta a la adquisición de manías. Mejor dicho, a la eliminación-sustitución de las mismas.
Hoy voy a hablaros de una de ellas, no la última, sino una que lleva con nosotros bastante tiempo pero que cada vez adquiere más fuerza y a mí, honestamente, me desespera cada vez más: meter las manos en la comida.
Comenzó con un dedo en la leche, asqueroso pero inofensivo. 
Después de ese dedo fueron dos, tres, cuatro…en su taza y la de sus hermanos.
Más tarde dio lugar a la mano entera. 
Solo lo hacía con la leche.
Ahora ya lo ha hecho extensivo a cualquier plato.
No es constante, ni en todas las comidas.
No siempre en las mismas circunstancias.
En ocasiones está solo, sin embargo hay veces que están los tres juntos en la mesa, o directamente los cinco cuando coincidimos el fin de semana.
Estas conductas no son gratuitas, no las hace porque sí. Vienen motivadas por la ansiedad que determinados factores desencadenan, solo que la respuesta, dadas sus características puede ser inesperada y como es este caso, extraña. El no ser un niño verbal dificulta más si cabe el afrontamiento de esa situación que tanto le agobia.
¿Qué pasará por esa cabecita para que encuentre calma así? Es la pregunta que me hago una y otra y otra vez…
Las situaciones más comunes que le generan ansiedad son, a mi entender:

– el quedarse solo desayunando (hay algún momento en el que tienes que levantarte para atender a sus hermanos, para coger un pañal, para ir al baño…). No gestiona esa ruptura de dinámica nada bien. Se enfada y entonces lleva a cabo esta conducta.
– el desayunar con sus hermanos si ese día está especialmente nervioso. Tenemos que respetar su estado emocional, sino se desencadena el caos.
– el exceso de ruido: la radio del padre, los gritos de los pequeños, las conversaciones…La hipersensibilidad auditiva está presente.
– el no querer esa comida, sin más. Gracias a que no coge el pato y lo lanza al suelo, aunque me da a mí que todo se andará…

Ayer a mediodía metió manos y brazos en los platos de judías de todos. Se puso hasta arriba, además de paredes, mesa, pelo de la hermana…
Sabe que no está bien, porque su cara no es, como en otras ocasiones, una cara de desafío riéndose. Es un rostro serio, entre enfadado y triste.
Es un niño al que le cuesta empatizar, y no siempre discierne entre lo que está bien y está mal, pero cuando me enfado, me enfado mucho lo entiende muy bien.
Lo peor llega cuando el cansancio, TU cansancio como padre/madre toma las riendas.
En días como hoy, como ayer, en los que acumulas horas de insomnio porque se encuentra en un momento difícil otra vez, más las horas en casa con los niños, más el día a día de un verano que no acaba y que ha sido de todo menos vacaciones, al final hacen que suceda lo que tanto recriminas y reprochas, ese grito, ese mal gesto, ese agarre con demasiada fuerza, y ese sentimiento de dolor que te queda después.
Y , además de esto, por si los remordimientos no fueran bastantes, ves cómo tus hijos no son ajenos a ese comportamiento tuyo y como te dan una lección de humanidad y comprensión una vez más.
Esto obedece a un episodio que ha sucedido esta mañana, minutos antes de salir de casa para llevarlo al campamento urbano que comenzó el lunes.
Debe llevar una camisa que le ha proporcionado a todos los chicos de la asociación y hoy la estrenaba. Tras desayunar, asearlo, vestirlo, prepararlo, me ausento unos segundos para coger las llaves y las gafas y, en esos breves instantes sale corriendo a la cocina para meter los brazos en el tazón de leche casi vacío pero con suficiente contenido para mancharse pantalón, camiseta,  cara, calcetines…
Mi reacción ha sido DE LO PEOR. Regañarle y gritarle, mientras lo sacaba en volandas de la cocina muy muy enfadada. Porque, además, llegábamos tarde.
Mientras me miraba llorando, haciendo pucheros, su hermano pequeño, #Elde5 me mira y me dice:

-Pues mamá, no le regañes y no haber dejado la leche en la mesa si sabes que lo va a hacer.
– ….

Sereno, mirándome. Y yo muda y avergonzada. Muchísimo.
Esas son las lecciones que quiero que aprendan, 

que soy su madre pero no soy perfecta;
que me equivoco muchísimo y lo haré mil veces más;
que están en su derecho y deber de decirme cuándo yerro;
que sé reconocer cuándo no lo estoy haciendo bien;
que pedir perdón engrandece a uno;
que nunca están justificadas esas actitudes y
que sobre todas las cosas, están la paciencia y el amor.

Así que, de un amargo momento ha surgido una reacción maravillosa, de lo inesperada y una enorme enorme lección.
Sigue con sus manías, y seguirá en escalada. Soy consciente porque lo estoy viviendo en todas las facetas de su vida.
Pero mientras les tenga a ellos seré capaz de mantener la cordura y los pies en la tierra para que me guíen en mi camino de madre, tratando de hacer de estas manías una fuente de aprendizaje constante para ser la mejor madre para ellos.

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