No voy a felicitaros el año porque ya llevamos casi casi un mes de este 2020, y he de decir que madre mía lo largo que se me está haciendo…

Y no lo digo de forma negativa, sino porque me puse como objetivo finalizar cosas pendientes y retomar con más fuerza y centrada, mi trabajo, mis estudios, mi familia…y lo estoy cumpliendo. Sigo trabajando la paciencia y la organización, queda mucho pero a pico y pala todo se consigue…
 

Atentos porque no hablo de propósitos, sino de objetivos, como ya os comentaba hace unas semanas en este post. ¿Por qué? Porque tras muchos años he asumido una realidad y es que los propósitos no los cumplo, se quedan en intenciones y al final caen en saco roto.
 

Cuántos años me habré planteado eso de «El día uno empiezo en serio a hacer deporte, a comer mega sano, a no procrastinar, a no tener kilos de ropa para planchar, a tener la casa recogida, a llamar más a mis familiares y amigos, a ser más organizada con el trabajo, a gritar menos, a ser menos regañona…».
Entonces llega el día 31 de diciembre, cojo esa lista de propósitos y en la parte de detrás escribo la lista de la compra, porque no me sirve para otra cosa.
 

Y es que es de naturaleza humana pensar a lo grande, con objetivos a veces muy a largo plazo e inalcanzables. Entonces, cuando echas la vista atrás y ves que NO, que no los has conseguido te entra un poquitín de remordimiento y sientes que el año se te ha escapado de las manos sin pena ni gloria.
 

Este año quiero objetivos realistas que me permitan mejorar mi salud física y mi salud mental. 

 
No voy a pedir al año que Rodrigo aprenda a hablar y haga unos avances espectaculares. Hubo un momento en el que dejé de hacerlo porque al final acepté que no era algo que podía controlar. Ahora trabajamos en pequeñas destrezas, en su autonomía: subir la cremallera de la chaqueta, ponerse las zapatillas, quitarse la parte de arriba de la ropa, colaborar en casa…Sí me he marcado dedicarle más tiempo para encontrar qué le interesa y que aprenda a jugar y vaya superando la enorme frustración que le provoca el aburrimiento. 
 

No voy a proponerme ser más metódica, organizada, disciplinada porque simplemente es casi imposible con el poco tiempo que tengo y la gran cantidad de cosas que a su vez gestiono, porque me vuelvo a quedar sola cinco meses y la realidad es la que es. No puedo controlar los horarios escolares, ni las ausencias de mi marido, entrenamientos, exámenes, enfermedades… Si puedo ser más autoindulgente conmigo misma, no pedirme más de lo que puedo dar, y priorizar. Hay mucho detrás de autoexigencia y estrés. Y eso sí puedo trabajarlo.
 

No voy a proponerme convertirme en maratoniana. A ver, a ver, a ver. Que cuando uno se plantea hacer deporte ya ese imagina subiéndose al podium…Que no, que no es eso. Ya di un paso de gigante lanzándome en verano a correr, por salud, mental primero y física después. He llegado a los seis kilómetros algo que para mí es no solo un récord personal sino una demostración de hasta dónde la voluntad llega en tan solo unos meses. Llevo unos meses de altibajos en los que he vuelto a poner mi estado de salud en una escala inferior de prioridades y ya he cobrado ese error a nivel de ansiedad. Sí puedo trazar objetivos alcanzables, establecer rutinas menos ambiciosas hasta que retome rutinas y me encuentre cómoda con mis horarios y la gestión de mi día a día.
 

No voy a pedir ser un ejemplo de alimentación saludable. No, porque la ansiedad me puede, comer en soledad no me gusta ni ayuda, y en fin, cien motivos más que no vienen al caso, como mi pasión por el chocolate y pequeños placeres culinarios a los que no voy a renunciar. Sí puedo introducir más variedad de alimentos y obligarme a esas piezas de fruta que me cuestan la vida. Eso ya es un gran paso para mí porque los que me conocen de cerca saben que no me gusta. 
 

No voy a poder recuperar una vida social que no tengo, porque hay mucho de trasfondo. Porque voy a tener menos tiempo que nunca. Sí puedo mantener contactos diarios, encontrar una mañana, establecer una agenda con llamadas quincenales o mensuales a esas personas importantes que necesito y con las que por mil razones he perdido el contacto. A lo mejor una aproximación por mensaje es un gran paso, siendo el objetivo real la llamada personal. 
 

No voy a ser el adalid de la disciplina positiva. A ver, a quién quiero engañar. Que no voy a justificarme ni nada por el estilo, que a veces mi estilo educativo deja mucho que desear, pero lo asumo y quiero mejorar. Sí puedo respirar tres veces antes de gritar, puedo replantear la manera de decir las cosas, puedo empatizar más. Tengo tres hijos diferentes con necesidades diferentes a los que hay que educar de manera diferente. Tengo que estar bien con ello y no va a ser fácil.
 

No voy a lograr que cualquier acontecimiento que me suceda y sea mínimamente estresante deje de afectarme y pase de largo. No soy así. Pero seguiré trabajando en mi autocuidado, en entender la necesidad de organizar, delegar, priorizar, descansar, minimizar, desdramatizar y vivir con humor mi vida, que es la única que tengo, para ir venciendo la ansiedad que cada vez está más ausente.
 

Así que para este año que ya se ha comido un mes, me he planteado como grandes objetivos trabajar la aceptación, amplitud de miras, encontrar lo positivo en un mar de negativos, ver oportunidades entre el caos de mi especial rutina desordenada.

 

Cuidar mi pareja, la relación con mis hijos, cuidarme a mí misma y por encima de todas las cosas vivir. Hasta ahora vamos sobreviviendo y eso no es suficiente, no debería serlo.
Sobrevivir es pasar de soslayo por esta vida, y, aunque a veces no nos queda más remedio y creedme, en más de un momento es la única opción, quiero creer que en algún momento se puede dar un pasito más.
Y seguir cuidando el blog, mi otra casa y sus habitantes, cada uno de los lectores a los que nunca dejaré de agradecer que se pasen por él. Seguir escribiendo, compartiendo, comentando, descubriendo…
Vamos a comernos este 2020 a bocados, y espero que me ayudéis entre todos. ¿Y tus objetivos?¿Son alcanzables?

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