Diario de Bitácoras. Día 42. (29-31 julio)
Los días pasan entre momentos de rutina y momentos espontáneos.
Entre helados de chuches y nubes y arroz caldoso de la abuela.
Entre cloro y salitre.
Entre partidas al dominó con estrategias y trampas. Muchas trampas.
El padre se ha metido en un grupo de whatsapp que organiza kedadas, con k, para luchar juntos por un bien común: capturar Pokémon y conquistar gimnasios. Tengo miedo. Ha comenzado a adentrarse en esto de los grupos sociales. Me pregunta por notificaciones, por mensajes, y veo un futuro incierto.

Las criaturas siguen destrozando sus patrones de sueño. Para no variar. 
Supongo que es su concepto de dejar algo de lo cotidiano para no perder las buenas costumbres. Así que seguimos con despertares extraños y horarios desajustados.
Y una energía que da miedo, que no es de este mundo, del maligno si me apuras.
Yo, mientras, deambulo por la vida.
El padre ha cazado un Pokémon  Legendario. La felicidad absoluta llega a mi hogar
El sábado amanece con crisis de #Elde9. Ya cansados y cabreados, la verdad. El día echado por alto. Estoy agotada pero esta noche es la quedada nocturna en la huerta de unos amigos. Cita anual. Un momento breve pero emotivo siempre. Y no hay cansancio que pueda con ello. Eso sí, nos retiramos prontito prontito porque mis párpados cobran vida propia a las once de la noche…
Al padre se le ha escapado el segundo Pokémon Legendario. Se masca la tragedia.
El domingo me estreno en la playa. Ellos no, ellos ya han hecho uso con la abuela y los tíos. Para ellos, todos, toditos, sin pegas. Que se los lleven día sí y día también.
Un día. Un día. Un día. Uno solo he bajado. Y relaja, siempre lo ha hecho y siempre me ha gustado, pero a solas. Lo reconozco.
Mi cansancio es tal que me quedo con la quietud de una piscina que me permite no llevar ni un gramo de arena a casa, ni dos kilos de fósiles en la bolsa (o meteoritos en su defecto), por más que me empeñe en explicar que se tratan de cascotes de obra o restos de roca del dragado del puerto. Da igual. Al final hay que convencer a #Elde5 que se va a montar un mercadillo para sacar unas pelillas y oye, él emocionado haciendo sus cálculos a ver si le llega para comprarse una medalla Yo-kai.

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El padre sigue atento a las incursiones Pokémon.

El mayor mejora de sus caídas pero tiene el cuerpo regulero, suponemos que por la medicación así que la piscina es uno de los mejores bálsamos para calmar sus nervios. 
Allí me encuentro, un verano más a mi fotógrafa de partos preferida, Eva Gascón, un ser humano excepcional. 
Juro por el árbol sagrado de los Yo-kai que de este año no pasa quedar un día para charlar más de 15 minutos en la piscina infantil. 
El padre consigue capturar el segundo Pokémon legendario. Esto no hay quien lo pare.
Mientras, llega la nevera nueva a casa de la abuela y la dicha es completa en nuestro hogar.
Vamos a preparar la cena rapidito que toca el tercer episodio de Juego de tronos.
Por favor, nada de spoilers.

Google me avisa: ha aparecido un tercer Pokémon legendario. Esto va a ser la muerte de mi matrimonio. Lo estoy viendo.

Y un día menos…

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