Suena la sirena del colegio. Ellos ya van a sus filas y luego cada uno a su clase. De ahí, yo me voy con Rodrigo a la parada de su autobús, caminando con tranquilidad porque tenemos ocho minutos para llegar y aún nos sobran cinco.

Procuro salir un poco antes de que el resto de padres den media vuelta, para evitar la aglomeración y consiguiente estrés del peque.

Y mientras vamos caminando tranquilos, todos los años, desde hace ya ocho veo repetirse la misma escena: padres y madres que aún se encuentran a medio camino del centro escolar. Algunos van a paso acelerado sosteniendo las mochilas increpando a niños cuyas piernecitas no alcanzan a seguirlos; otros van paseando relajados, charlando; otros despistados. Todos llegarán como mínimo diez minutos tarde, y eso se refleja en el parte diario. Al menos en nuestro colegio.

A cualquiera nos puede pasar, es así. Con niños quién sabe qué puede suceder, más imprevisible cuanto más pequeños son, ¿verdad? Hay días en los que hay que cambiarlos de nuevo, hay rabietas, hay olvidos de mochilas, de desayunos…mil variables.

Lo que a mí me choca día sí y día también es que hay numerosas caras que se repiten CADA DÍA. Y mis hijos me lo comentan al llegar a casa: «mamá, fulanito siempre llega tarde».

Una de las cosas que mis padres me enseñaron desde que tengo uso de razón es la importancia de la puntualidad, en todo momento. Es algo que se me grabó a fuego, algo que tengo interiorizado y que me hace organizarme mentalmente de manera automática para llegar a los sitios a su hora. Y si por lo que sea me retraso me msiento mal, al igual que me molesta quedar en un lugar que la gente se retrase por norma general…

Llegar tarde un día, y otro, y otro, y que se convierta en algo habitual no es algo normal, no debe suceder.

Aquí no se trata de hacer juicios, ni de hacer críticas, ni de señalar con un dedo acusador, ni de increpar al alumno o a los responsables adultos. Creo que la cuestión debe enfocarse en entender la necesidad de inculcar el valor de la puntualidad a los niños porque no se trata tan solo de llegar o no llegar a la hora a clase. Implica muchísimo más.

Los niños no tienen el mismo concepto del tiempo que los adultos. Sí, un minuto tiene sesenta segundos aquí y en Pekín pero no se perciben de igual modo. También se dispersan con muchísima facilidad, qué os voy a contar. Por eso es muy importante establecer rutinas en el funcionamiento familiar diario, para poder acotar esos espacios de tiempo difícilmente medibles por los más pequeños. Y ya, conforme van creciendo, van sabiendo leer la hora, van adquiriendo más responsabilidad individual en cuanto a su organización.

¿Y por qué es tan importante llegar puntuales a clase?

  • Es una cuestión de respeto hacia nuestros compañeros y profesores, porque el hecho de interrumpir la clase hace que se rompa el ritmo, se retrase, etc.
  • Cuando uno llega tarde desencadena una serie de sentimientos negativos en los otros. Es importante tratar de ser empáticos y pensar si le gustaría a uno que se lo hicieran también de manera recurrente, ¿cómo se sentiría?
  • Uno puede dar una mala imagen, perder credibilidad y el respeto de los demás. Esto se hace muy palpable en otras situaciones: como llegar tarde el cumpleaños de un amigo, o a una función, o a una competición en la que se forma parte de un equipo… Puede llegar un momento en el que dejen de esperar, o dejen de contar con ese niño o niña que suele llegar tarde.
  • Puede hacer que se pierdan oportunidades.

¿Cómo podemos trabajar la puntualidad?

Lo importante aquí es entender que es un trabajo de todos. Porque más allá de esos días puntuales, se trata de una responsabilidad de adultos y niños, totalmente.

  • Dar ejemplo, siempre. Somos los primeros que tenemos que hacer de la puntualidad un hábito!
  • Organizar las rutinas acordes con cada edad, desde dejar mochilas preparadas y revisadas, ropa para el cole, rutinas de aseo diarias, de desayuno…pautando los tiempos.
  • Tratar de controlar distractores para realizar una tarea determinada poniendo el acento en la responsabilidad: primero esto y luego esto.
  • Manteniendo unos horarios de sueño. Los niños tienen que dormir lo suficiente, y no deberían acostarse a las mil.

Y entender que no pasa nada si se nos hace tarde, a cualquiera le puede pasar. Pero también que entiendan que una cosa es algo puntual y otra hacer de ello una constante.

¡La puntualidad es un valor que van a agradecer de mayores!

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