Cena-fiesta-madre-insomnio-photocall-hastag-blog-blogger-despedida   Un par de sábados atrás: llegó ese momento que estaba postergando y aplazando, que trataba de evitar a toda costa y que al final se convirtió en hecho consumado. Tuve que acompañar a mi querido esposo a una «cena de empresa».
   Por un lado el temor de dejar a los niños por primera vez con alguien que no es mi madre, aunque si os soy sincera, se quedó con ellos una amiga de hace mucho tiempo, y dos de tres ya estaban dormidos cuando llegó a hacernos el relevo.
   Por otro, las pocas por no decir nulas ganas de asistir. Por mil razones. 
   Y es que, una de las que más peso cobraba es el hecho de ser precisamente un acto nocturno.
   Porque señores, una ya no está para esos menesteres, no, no lo está.
   Antes una servidora se tiraba horas emperifollándose, arreglándose los rizos en plan melenón-femme fatal-a por todas, mientras escuchaba algún LP o los 40 principales. Y te vestías, con una alegría desbordada, te perfumabas, los labios con carmín marrón (sí, soy de esa época) y a comerse la noche.
   Sí amigos.
   Y el domingo oye, como una rosa. Hasta quedabas con las amigas o amigos para tomarte un café y echar la tarde, o estudiar para el exámen del lunes. Tenías ganas, fuerzas y tiempo para todo.
   Pero ahora ya no. Me pasé la última semana, desde que me confirmaron que tenía cena pensando en el despertar del domingo. No podía evocar otra cosa en mi mente más que el hecho de llegar a casa a las dos y media y a las cinco tener a tres salvajes pegando berridos. Y el día que me esperaba por delante.
   Así tenía la cara de mala leche que tenía, para qué nos vamos a engañar.
   Sí, me puse algo mona pero sin muchas pretensiones, lo que la etiqueta de la ocasión requería. Y no, no me atusé el pelo durante horas, sino que me lo recogí, más cómodo, rápido y menos leonino, que ser sofisticasda cansa mucho y yo ya busco la practicidad.
   Y, como si pisara huevos, allá que me fui, demostrando mis pocas artes de andar con tacones que midan más de un par de centímetros (desde aquí un minuto de silencio para mis bailarinas a las que abandoné una noche por completo).
   Pero lo peor no fue pensar en lo horrible que iba a ser el despertar, sino llegar y ver que:

  A) No había Photocall. O sea, ¿a qué cena me traes insensato si no hay donde posar? Que una ya, quieras o no ha ido cogiendo una costumbre.
  B) No había hastag. Que no, que no había. Por más que miré en el menú, servilleta, paredes…Nada. ¿Acaso nadie quería que se retransmitiese detalles del evento? Evento que he de decir reunió a gran parte de la élite melillense y no, no estoy de coña.
  C) No había clave wi-fi. Sin comentarios.
  D) No pude twitear, facebookear ni instagramear en toda la noche. Apenas logré robar unos segundos entre comanda y comanda ( muy leeenta), a escondidas, bajo el auspicio cómplice de mi cónyuge que me miraba con cara de «¿te está entrando el síndrome de abstinencia querida?»

   Así que, entre que no conocía a nadie, y mi mente divagaba pensando qué conversaciones súper intranscendentales me estaba perdiendo, la noche se iba alargando,
   Afortunadamente una compañera de mesa fue todo un descubrimiento y pude echar un rato más que agradable, lo reconozco,
   Pero claro, llegó el momento crítico. Ese en el que notas cómo los ojos se te cierran inevitablemente y no puedes hacer nada. Y aún no estábamos en los postres. 
   A las dos servían el té y la copa, y, aprovechando la desbandada de gran parte de los comensales de cierta edad, creo que mi marido sintió verdadera lástima por mi y regresamos a casa.
   Y sí, antes de las cinco estaba de pie.
   Y sí, pasé un domingo post resaca sin haber bebido nada, pero mira, es ese cuerpo de jota que se le queda a uno cuando ha perdido la costumbre de alternar.
   ¡Ay qué lástima!
   Así que voy a proponer que cualquier acto de despedida, relevo, toma de mando, o lo que quieran organizar sea en horario infantil, porque una ya no está en disposición de pasar un domingo entero tirada en el sofá jaquecosa por una copa de vino. Y con #hastag, faltaría más.
   Este cuerpo, para lo que ha quedado….
   

Loading