Benidorm se convierte todos los veranos, gracias a la Costa Blanca Cup, en la sede internacional del Fútbol inclusivo pero no fue hasta el año pasado que descubrí esta iniciativa.
Lo que tiene de particular este torneo, que mí me ha llamado poderosamente la atención, lo que aplaudo, me emociona y por eso decido compartirlo, es que incluye por tercer año consecutivo una categoría de fútbol inclusivo.
Con esto se pretende integrar a estos equipos formados por jugadores con discapacidad intelectual, en un torneo con 276 equipos nacionales y extranjeros, de diferentes culturas y que se expresan en multitud de idiomas. Así, como dato, se encuentran representados 17 países de cuatro continentes: los europeos Francia, Rusia, Inglaterra, Irlanda del Norte, Portugal, Suecia, Islandia, Noruega, España y el debutante Turquía; Marruecos como representante africano, los asiáticos Japón, Bahrein, Kuwait y Jordania, así como Estados Unidos y Brasil. Casi 4.000 jugadores, entre ellos 400 chicas, que disputarán 660 partidos y que durante una semana conviven dentro y fuera del césped.
Poder integrarse en un evento internacional de esta magnitud, tener la oportunidad de vivir esta experiencia que no es solo Fútbol inclusivo, sino toda una serie de actividades a lo largo de las diversas jornadas (la ceremonia de inauguración por ejemplo, la convivencia, el turismo…), es una forma estupenda de apoyar la igualdad y la convivencia, dando una visibilidad enorme a estos clubes que realizan esta fantástica labor y de fomentar el aprendizaje en valores.
A lo largo de dos jornadas, cuatro equipos se han enfrentado en una competición cuadrangular: Valencia CF, Levante UD, Villarreal CF, y el Newcastle United inglés, venciendo este último en esta ocasión.
Se trata de otro modo de hacer turismo «para todos», de hacer de este lugar un destino accesible e inclusivo, que aúna en este caso el deporte y las visitas de ocio, tanto a las playas de la comarca como a múltiples destinos de interés de la zona.Los beneficios que este tipo de acciones generan a todos los niveles son incalculables, y no hablo solo de los económicos. El turismo cada vez se va democratizando más. Son muchas las familias, las personas que conviven con alguna discapacidad que durante años no han podido disfrutar de unas vacaciones -soñadas y merecidas- por no encontrar destinos preparados o que les ofrezcan opciones accesibles.