Nunca he ido al cine con mi hijo Rodrigo, y está a punto de cumplir 10 años.
Es más nunca me he planteado si quiera intentarlo. No ha entrado en nuestros planes, jamás.
Sería imposible, ya no que aguantaría -ya no el visionado de una proyección entera- sino el hecho de entrar a la sala y verse a oscuras.
Impensable.
¿Si nos gustaría?
Imaginad…
Nos enacanta el cine, y sería un sueño poder asistir a una sesión los cinco. ¿A quién no le entusiasmaría?
Pero nuestros planes pasan actualmente por hacer combinaciones de padre con niños para que uno vaya con los hermanos mientras que el otro pasa la tarde con #Elde9 en casa o en el parque, o donde se tercie.
¿Podrá ir en algún momento?
Hasta hace poco tiempo pensaba que no. Un no rotundo
Sin embargo, desde hace un tiempo llevo leyendo artículos en diferentes medios que se hacen eco de proyecciones especiales en salas de cine para niños con Trastornos del Espectro Autista y otras discapacidades. Por ejemplo en San Sebastián de los Reyes, Majadahonda o Murcia ya han dado ese paso, valiente por cierto.
De momento son pocos, pero ya es un avance.
Y ese paso, ese gran paso me hace replantearme la posibilidad futura y el condicional…
«¿..,.y sí?»
Fuente: Fundación Atiende
Porque. ¿cuáles son los principales motivos por los que Rodrigo no puede ir al cine?
– La oscuridad. No es que le genere un miedo visceral pero le pone muy nervioso y le asusta. – El volumen excesivamente alto. Y digo excesivamente alto porque yo soy bastante sensible y me molesta. De hecho en alguna proyección he tenido que hacer uso de tapones. Tal cual leéis. Así que imaginad a niños con hipersensibilidad auditiva. – La imposibilidad de moverse. Es técnicamente imposible que permanezca sentado más de un período breve de tiempo. Imposible. – El espacio tan acotado. Le generaría estrés y acabaría gritando. – Los contrastes de luz. Ya sabéis, entre escenas, que pueden deslumbrar. Nefasto para hipersensibilidad visual. – No hablemos ya de toda esa serie de «conductas desadaptativas» como estereotipias, gritos, etc, que a los padres nos genera en determinadas situaciones sociales una ansiedad incomparable…
Y probablemente más factores que ahora mismo se me escapen.
Sin embargo, en estas sesiones, estos aspectos se cuidan al milímetro. No obstante, son asociaciones las que se encargan de asesorar a las salas y realizar las modificaciones pertinentes:
– Se mantienen luces en la sala así como en los vestíbulos para minimizar ese impacto visual, así como reducir el posible miedo a la oscuridad. – Se permite moverse, saltar, entrar, salir y los pasillos se encuentran despejados para facilitarlo. – Se reduce el sonido de las proyecciones (¡bien!) – Pueden llevar comida y bebida de casa (eso ya sabemos que se hace de manera más o menos clandestina, ejem…) – Pueden sentarse donde quieran.
En definitiva, se trata de establecer un ambiente lo más controlado posible, asumiendo las diferencias individuales y las necesidades particulares, obviamente.
Los elementos comunes previos a la realización de estas sesiones pasan por:
– Preparación de folletos informativos para el público que, sabiendo las características de la proyección, deciden asistir, informando sobre el TEA y las peculiaridades de la sesión. – Preparación de material para los padres con el que anticipar a sus niños lo que está por venir. Ya os he comentado en alguna ocasión la necesidad de preparar cualquier situación que vaya a suponer una ruptura de la rutina, con el fin de tranquilizar y dar serguridad, tan a el niño como a nosotros. – Realización de talleres llevados a cabo por voluntarios que atiendan a los pequeños que salgan de la sala, de manera que los padres puedan estar un rato desconectados, sin la tensión de estar pendientes…y para que, si hay hermanos en la sala, puedan permanecer viendo la película sin necesidad de tener que irse a casa.
Creo que están claros los beneficios para todos.
Por un lado, contar con la oportunidad de realizar una actividad tan majestuosa como es el ver una película en una sala de cine. No, no es lo mismo un salón de actos de un colegio, como sugieren algunos. La magia del cine es inimitable. Dar esa posibilidad, aún con todas esas peculiaridades.
Por otro, el poder realizar una actividad de ocio familiar inclusivo, con otras familias en idénticas situaciones..
Yo estaría dispuesta a pagar aunque fuese una vez el sobrecoste o lo que fuese por probar. Honestamente no creo que mi hijo aguantase más de diez o quince minutos sentado. Lo conozco. No tanto por las condiciones de la sala sino por el tipo de dibujos. Es muy cuadriculado en sus preferencias y, a no ser que ya hubiese disfrutado de esa película unas cuantas decenas de veces en casa, dudo mucho que le enganchase algo en un entorno desconocido.
Pero querría tener la oportunidad de intentarlo.
Creo que es un paso muy importante para concienciar de la necesidad de disponer de un abanico de posibilidades que actualmente están muy restringidas, dando a conocer a la sociedad esta forma de pensar y ver el mundo.
Podrían acompañarse de jornadas informativas, charlas, talleres, vídeo-forum.. qué se yo, aprovechar la ocasión para seguir visibilizando el Trastorno del Espectro Autista.
¿Qué pensáis? ¿Habéis asistido a alguna sesión «azul»? ¿Lo haríais?