«Tienes que ser egoísta. Tienes que pensar en ti»

Esta frase ha sido la estrella durante las últimas semanas, frase que no me gusta nada. Que incluye un adjetivo que repudio (egoísta)  y un verbo intransitivo que implica acciones que rara vez pongo en práctica, pensar en mi…

Así es.

Soy de las que aplica la máxima primero ellos y luego ya si eso me preocuparé por mí. Los últimos meses han sido un despropósito vital y al final todo ha explotado. Nada nuevo bajo el sol.

La organización de la mudanza con los tres niños en casa, posteriormente la gestión desde la distancia, con problemas motivados por descoordinación entre la delegación de la empresa que nos la llevaba a cabo en Melilla y en Málaga. Con una semana larga de retraso. Con 133 bultos que deshacer y colocar yo-mí-misma-me-conmigo.

El traslado que no ha sido poca cosa. El tema de escolarizaciones diversas que me ha costado el sueño. Esperar la llamada de teléfono día tras día sin saber si han sido admitidos o no, pensando en cómo lo vas a hacer si no hay plazas en el proceso extraordinario. Que de pronto te llamen el día anterior al inicio del curso escolar y te digan «vente corriendo al colegio a realizar la matrícula de los dos pequeños, que mañana comienzan». A todo esto con un Rodrigo nerviosísismo y desfasado a cuestas que no deja de gritar.

Locurón de semana sin materiales, libros, esa mudanza que no llega, un niño que ve a sus hermanos coger sus mochilas y él también quiere y no entiende que no, que aún no puede empezar. Porque esa es otra, la comisión de escolarización tardó más de dos semanas en dar el OK a su dictamen.

Tres niños.

Dos colegios diferentes en dos municipios diferentes.

Dos manos.

Ansiedad que ocasiona la incertidumbre por anticipar el cómo voy a organizar horarios de entradas y salidas, extraescolares, deberes, exámenes, terapias, tiempo compartido…(ojo, por aquí no aparecen mis necesidades por ningún lado…)

Al final todo me cuadra, y me doy una palmadita en la espalda. Horarios de entrada 9 y 9’12, y salida escalonados a las 4, 5 y 5 y media, una madre que se ofrece -sin conocerme prácticamente de nada- a llevar tres días a la semana a mi hija a entrenar a otra ciudad -la generosidad humana existe amigos-…Todo encaja.

Pero llegan los problemas de adaptación del pequeño que no quiere ir al colegio.

Las cajas que no se acaban un mes después, y ahí sigo, tratando de organizar y aprovechar para hacer limpieza que sienta muy bien para el alma.

Y tratando de organizar mi vida, con el añadido de – cómo no- echar de menos a mi otra mitad. Porque yo puedo ser muy descastada, es un hecho, pero necesito ese apoyo, aunque me acostumbre a las ausencias con relativa facilidad. Reconozco que es una ventaja evolutiva.

Las migrañas se suceden pero ya sabéis, es el pan nuestro de cada día con el estrés como compañero de viaje.

Entonces llega una noche y lo paso mal. No sé explicarlo pero no me encuentro bien. No hay fiebre, no tiene que bajarme la regla, hay cierta sintomatología ansiosa pero llevadera. Pienso que estoy incubando algo y me tiemblan todos los huesos al pensar que pueda caer enferma precisamente ahora. Me levanto de madrugada porque la cama me escupe y voy a por un ibuprofeno porque tengo unos dolores musculares tremendos. Entonces me percato de que tengo tres erupciones, en la nuca, el cuello y el omóplato izquierdo.

Inmediatamente pienso: picaduras. Tanta caja, la vida en el campo…Y claro, me lío a buscar en internet, cómo no. Dejo de mirar porque me entran náuseas.

No, no son picaduras de insectos ni de arácnidos.

Cada vez me duele y me quema más.

Debe ser algo malo, muy malo. Mi mente comienza a divagar y se me pasan por la cabeza las palabras sarcoma, cáncer, linfoma. Irracional, lo sé.

También sé que estoy sufriendo un ataque de ansiedad.

En urgencias me dicen que puede ser una Dermatitis nerviosa. Me quedo algo más tranquila, pero no, pasan dos, tres días y no se va,

Vuelvo a urgencias desesperada. El dolor es indescriptible, es profundo, no pica, es un dolor arraigado, punzante e incapacitante. No puedo dormir, ni comer.

Herpes Zóster. Reactivación del virus de la varicela. No contagioso pero doloroso que afecta a las terminaciones nerviosas y potencialmente peligroso en algunos casos.  

«¿Ha sufrido últimamente alguna situación de estrés?» En ese momento mi cuerpo y mi mente se relajan. Ahí lo tienes Vanesa.Herpes zóster

A la semana ya apenas siento dolor, si acaso alguna molestia puntual. Las secuelas físicas tardarán más, es un proceso lento y aunque el dolor se marchó los ataques de pánico nocturnos se cronifican.

Llega el momento de tomar las riendas. No es puntual, no lo tengo controlado. Necesito ayuda y pedir cita con psiquiatría realmente me ha hecho respirar aliviada.

Mis miedos irracionales me tienen limitada, me aterra dormir por si aparecen, me aterra sufrirlo en soledad y no, no se puede vivir dominado por el miedo.

Al igual que estoy haciendo revisión de mi salud física (oftalmólogo, cardiólogo, ginecólogo, digestivo…) tengo que hacer revisión de mi salud mental.

Porque no soy yo.

No soy esta persona.

No estoy para ellos ni al 25%. ni para nadie.

No estoy en el blog y es algo que me da la vida.

Entonces, una tarde, en una de sus llamadas tan necesarias, #Elmaridode me dice «Tienes que ser egoísta. Tienes que pensar en tí. Es demasiado»

Cuidarse para cuidar aunque eso implique romper tus esquemas mentales de cumplir ciertos roles. Y los adultos nos olvidamos de esto, especialmente padres y madres de niños con discapacidad. Pero al final ese «abandono» es una seña de identidad de cualquier maternidad y paternidad especialmente en los primeros años. Máxime cuando no hay apoyos externos.

Comidas poco o nada elaboradas, tareas demoradas, caja encerradas para no verlas, libros, paseos, Netflix…y aún así no es fácil.

La preadolescencia de la mediana.

La rebeldía del pequeño.

Las necesidades y dependencia del mayor.

Un cóctel explosivo, que va a estar ahí siempre. Soy yo la que he de cambiar. La que debe seguir trabajando en relativizar y sentir que está bien no llegar y fallar.

Sentirme bien por dentro y por fuera ayudada de un poco de egoísmo que al final, no hace tanto daño.