Sin propósitos de año nuevo.

Ni este año, ni el anterior ni dessde hace mucho, pero mucho tiempo. ¿Y por qué? Por varias sencillas y simples razones: porque no los cumplo, porque mi vida cambia en cuestión de horas, porque no soy dueña de todo mi tiempo aunque me encantaría y porque vivo prácticamente día a día…luego, ¿qué sentido tiene para mí?

El año pasado por estas fechas me apunté al gimnasio. Ingenua de mi pagué por un año. ¿Cuántas veces he ido? Exacto, cero. Llegó Filomena, una lesión que me tuvo casi seis meses cojeando, luego el verano, luego carga de trabajo y cuando me di cuenta estábamos, otra vez de virus hasta arriba.

Comer mejor y más saludable, pero claro, esa misma lesión me tuvo inmovilizada muchísimo tiempo. Y la ansiedad, LA ANSIEDAD que va y viene como quiere es mala compañera.

Organizarme mejor. y lo hago. Pero de pronto tengo un niño confinado en casa, o con crissi, o enfermo, o mi marido no está, o los niños cambian de colegio y se nos desmonta un rutina perfectamente establecida que ha habido que reestructurar…

Y así con todo. ¿Lo sabía a principios de año? NO. ¿Me habría servido paraa algo escribirlos y enmarcarlos? Para nada.

Soy más de objetivos y de agenda. Perdón, agendas, así, en plural. Porque no hay cosa que más satisfacción me de en rellenarlas e ir tachando y tachando y tachando…Si, confieso que también está la parte de TOC cuando hay cosas que se van posponiendo y nunca acabo de verlas desaparecer, pero lo cierto es que me alegra porque suponen haber logrado trabajar mi perfeccionismo insano y haber superado muchas taritas personales…

Tengo objetivos profesionales muy claros, definidos, delimitados…y ya estoy en el camino de encontrar el equilibrio para poder dar lo mejor de mi. He acabado del año contenta, sabiendo que en muchos aspectos me he quedado corta pero sin culpas porque ha habido circunstancias que han escapado de mi control y nada he podido hacer.

Objetivos personales como pasar más tiempo con mis hijos, dedicarle más a la pareja, a las personas que realmente importan…y eso es algo que trabajo día a día. A fuego lento. No es un como si tuvieras un interruptor que se enciende y se apaga.

Hay mil cosas que quisiera borrar de mi vida: la incertidumbre, el miedo, la ansiedad por supuesto, la mala calidad de mi sueño, esos diez kilos que no he soltado, el cansancio vespertino que me impide poder estar más presente, la vergüenza -si, vergüenza- para llamar a determinadas personas con las que perdí el contacto y fue en parte por dejadez (las que desaparecieron de mi vida por volulntad propia, esas, bye bye)…

Cosas que quisiera mejorar, como lograr una mayor desconexión digital los fines de semana, ser más tolerante con mis hijos y no perder de vista que a veces mis enfados son parte de mi frustración y de mi estado en ese momento, cumplir con mis necesarias revisiones médicas, no poner la procrastinación como excusa para demorar aquello que me incomoda o me genera estrés.

Ya ni te cuento el hacerme la raya del ojo, un arroz decente, coser -por fin- el bajo de las cortinas del salón, leerme la montaña de libros que no leo porque sé que son intensitos y me van a remover pero que los necesito, dejar de comer aquello que sé que a los diez minutos me tiene el cuerpo de vuelta y media y luego tienen los míos que aguantar el «uy, algo me ha sentado mal».

Y lo que tengo muy claro que quiero seguir haciendo: ser madre, esposa, hija, hermana, cuñada, amiga…Seguir a tope con el blog, aportando y compartiendo contenido de valor y contenido que ayude a desconectar, que siempre viene bien. Fomentar mi consulta, darle las gracias a las familias qye han confiado en mi, entregarme al 1000%. Seguir siendo honesta, fiel a unos principios, y sobre todo, seguir manteniendo el humor. Porque eso quizás, sería el único y fundamental propósito de un año que comienza complicado.

¿Y vosotros?¿Cómo afrontáis los nuevos años?

 

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