Esto es precisamente lo que le sucede a nuestra pequeña protagonista de hoy, Irina, Tiene una EERR conocida como Insensibilidad congénita al dolor, ocasionada por una mutación genética.
«Cuando hablamos de la enfermedad de Irina, las personas dicen ¡Qué bien! ¡Eso es bueno! ¡Es un superpoder! Nada más lejos de la realidad. No sentir dolor es un gran desafío. El dolor te avisa de que hay algo en tu cuerpo que está dañado. Una otitis, apendicitis, gastroenteritis.. sentimos dolor y sabemos dónde está localizado. Sí nos partimos un hueso o tenemos el tobillo mal colocado nos duele. Pero a Irina no, a ella nada le avisa ella no siente dolor.
UNA ENFERMEDAD RARA
No genera una proteína esencial para alimentar a las neuronas que envían la señal de dolor, por lo que al no tener alimento mueren. Tampoco suda, dando lugar a que no regula su temperatura corporal y no puede estar en lugares donde haga calor porque le da hipertermia y puede convulsionar. También puede tener retraso cognitivo, esto aún se está valorando porque depende del grado de penetrancia del gen.
No existe cura ni tratamiento, cuando descubrieron los genes que producen la insensibilidad al dolor, los científicos aprovecharon para crear fármacos para el dolor crónico pero nunca han investigado para dar dolor a quienes, cómo Irina, no lo sienten.
La noticia nos la dieron en su último ingreso, donde debido a sus síntomas (fractura de ambos brazos, fisura de dedo, mordidas en dedos y lengua) la neuróloga tuvo la alta sospecha. Pero el diagnóstico definitivo llegó gracias a una prueba genética.
CONVIVENCIA CON LA ENFERMEDAD
Tuvimos que afrontar que los médicos, debido al desconocimiento de la enfermedad confundieran los síntomas con maltrato infantil. Nos abrieron el protocolo y estuvimos en estudio por la trabajadora social. Afortunadamente el proceso paró porque la neuróloga tuvo la sospecha de la Insensibilidad Congénita al dolor con Anhidrosis.
APRENDIENDO A VIVIR EL PRESENTE