Cuchara-tenedor-discapacidad-retraso madurativo-blog-maternidadRecuerdo la época en la que tratamos de enseñar a Rodrigo a comer con cuchara y lo que me viene a la mente son horas en la mesa, paciencia infinita, cansancio, llantos, meses, hasta que lo consiguió.
En el colegio nos habían confirmado que cogía la cuchara, pero en casa se negaba, y es que su estrategia era la de la Ley del mínimo esfuerzo: «¿Si me lo dan hecho para qué hacerlo yo, con lo cansadísimo que es?»
Cansadisimo. Sí. Quizás para nosotros no, ni para el resto de peques, ya que es una conducta automatizada. Uno no va desgranando cada uno de los pasos que implican el acto de comer, sino, probablemente, nos equivocaríamos en la ejecución además de tardar siglos. El cerebro humano es tan grandioso que automatiza esas conductas habituales como andar, respirar, comer, para consumir menos recursos cognitivos y dejar paso a nuevos aprendizajes. Conducir, escribir, montar en bicicleta…»una vez aprendido ya no se olvida».
Pero para un niño con lesión cerebral es un mundo. Es agotador y complicadísimo. 
Al final Rodri lo consiguó. Y consiguió hacerlo sin cuchara adaptada que era lo que queríamos. Eso sí, aún hoy, cuando lleva medio plato se cansa y debes ayudarle dirigiéndole o acabando de darle tú. Pero lo que más nos importa es que tenga la intención y comience a hacerlo. Y sí, ya lo tiene casi normalizado (a días, todo hay que decirlo)
Lo que nunca había hecho en casa, y no habíamos trabajado, es coger por motu propio el tenedor, por eso, cuando este sábado, se sentó en la mesa y sin esperar a nadie procedió a hacer amago de pinchar la comida casi nos da un síncope a todos. La escena fue épica, todos jaleando, gritando, aplaudiendo, cantando, hermanos incluídos. Y él pletórico nos miraba sonriendo y a lo suyo, que parece ser que sí tenía hambre…
Este logro supone tantas cosas…
Supone querer hacerlo. La motivación es el primer paso y sin ella no hay nada que hacer, y no siempre está ahí.
Supone saber hacerlo. ¿Os habéis parado a observar cómo cogen los más pequeñitos los cubiertos? De las maneras más complicadas y enrevesadas, hasta que les vamos recolocando, enseñando, y ellos van aprendiendo a sentirse cómodos.
Supone una mayor coordinación y una mejora sustancial de la motricidad fina, nuestro caballo de batalla.
Supone tener fuerza dirigida para pinchar ese pedazo de comida, no asestarle una estocada al plato con tal fuerza que éste rebote en la mesa (lo cual ha pasado, doy fe).
Supone esto, y todos los procesos mentales implicados de memoria procedimental y memoria visual: reconocer el objeto, su utilidad, el cómo, el para qué.
Y TODO ese esfuerzo cognitivo cansa, mucho. Hasta que se va trabajando y acaba por rutinizarse.
¿Cómo está uno cuando coge los libros para hacer un curso después de mucho tiempo? Además de oxidado, agotado. Lees cuatro páginas y no puedes más. Pero al día siguiente serán cinco, y así hasta que recuperes ese hábito. 
Pues en estos casos se trabaja igual, a base de constancia, rutina, sólo que el hábito, lejos de adquirirse a los 21 días probablemente necesite bastante tiempo más.
No debemos dejar de insistir. Y sí, es agotador, y frustrante, y te enfadas, porque ellos se hacen cómodos porque les cansa, y no te apetece estar dos horas para que se coma una sopa o una tortilla. Pero si el fin es lograr la mayor autonomía de la que él o ella sea capaz, no queda otra. Ay que ir día a dia a por dos cucharadas, tres, cuatro…
En nuestro caso, gracias al tándem que formamos el padre y yo, repartiendo estos menesteres, y con el que #Elde8 trabaja tan pero tan bien, lo vamos logrando.
Así que, aún con sueño por una noche bastante movidita, tenemos mucho que celebrar, porque hemos dado un paso más.
¿Lo celebras con nosotros?

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