Aunque ya lo he comentado varias veces os pongo en antecedentes: el pasado domingo día 17 tuve la mala suerte de resbalarme con un cachito de hielo traidor y me hice una fractura en el tobillo. Como conclusión, escayola de seis a ocho semanas y reposo total para evitar cirugía. Es un resumen rápido e indoloro.

En el momento del «crac» solo podía pensar en que sabía que me había hecho algo y en Rodrigo. Rodrigo y todo nuestro mundo alrededor de él. Cómo íbamos a organizarnos, el colegio, los otros hermanos, mi marido. Vamos, que en quince segundos me olvidé del espantoso dolor que sentía y solo podía pensar en ello. Luego por supuesto la hinchazón y los pinchazos ya nublaron cualquier posible pensamiento porque solo quería ir al médico y que me prescribieran drogas (legales) para pasar el dolor, las cosas como son.

Al día siguiente, aún sin clases, mi marido se quedó en casa, lógicamente, y llevó a cabo un «Gabinete de crisis». Tal cual.

Reunió a los niños en el salón, Rodrigo incluído y el speech que soltó fue toda una arenga al trabajo colectivo y a la necesidad de organización, mientras yo lo miraba embelesada. Respeto, admiración y sorpresa. Y amor, mucho.

– Chicos, mamá ya veis cómo está, y esto va para largo. Vamos a tomarlo como una oportunidad de hacer las cosas mejor y de cambiar. Ahora vais (y voy) a entender todas las cosas que ella hace por nosotros, y ahora tendremos que hacerlas nosotros, además de cuidarla. Hay que organizarse, hay que recoger, estar pendientes de Rodrigo, y repartir esas tareas que ella hacía. Nuestro objetivo es que descanse para que no la operen, y de paso tomar conciencia de lo que podemos hacer y no hacemos, ¿de acuerdo? que aquí somos un equipo…

Y ahí comenzaron el reparto, las instrucciones, las caras de circunstancias de algunos… pero todos comprendiendo la situación.

Todos menos Rodrigo, claro, pero de eso hablaré ahora.

La cuestión es que casi ocho días después más o menos vamos funcionando. Mucho mejor de lo que yo, durante mis segundos de agonía, había imaginado. Estamos lejos de la perfección, pero ¿quién la necesita?

Obviamente los niños tienen sus momentos, y los típicos «yo he hecho esto, pues yo más» están a la orden del día, pero al final todo sale, todo va rodando. Y sí, tal y como mi marido arengó, esto está resultando ser todo un aprendizaje. Para ellos y para mi, aprendiendo a relajarme, a delegar, a entender que no puedo sola.

Por las mañanas intentan recoger todo lo que pueden, ya que mi marido se va muy muy, pero que muy pronto para poder salir antes y llegar a una hora decente para prepararnos la comida. Me traen toda la ropa de Rodrigo, pañales, toallitas y cosas de aseo para tenerlas a mano.

Paralelamente me organicé una mochila con mudas de ropa interior, camisetas, enseres de higiene, agenda, bolígrafos, cargadores, IPAD de Rodrigo…un auténtico kit de emergencia.

La botella de agua dispuesta, con vasos, uno para beber yo, otro para Rodrigo y otro para disolver la medicación. Mis hijos me hacen un café al levantarse y otro antes de irse al cole y dejan el desayuno preparado, el mio y el de Rodri, además de algo para media mañana para ambos.

Solo me levanto para ir al baño y lavarme y en los momentos en los que mi hijo colapsa porque quiere algo y se enfada, ya sabéis…

Vamos, todo lo que es organizable.

Y tras una semana os diré una cosa, lejos de tener a mi amiga la ansiedad frotándose las manos por esta oportunidad, tan solo tuve que recurrir un día a media pastilla de rescate. Todo un logro, siendo la situación que es. ¿Por qué creéis? Exacto, porque la realidad es mejor, infinitamente mejor que lo que mis pensamientos intrusivos me estaban haciendo creer. Porque he sido capaz de ver que es una fractura que tiene solución, no es una tragedia mortal de necesidad ni se acaba el mundo. Y parte de esa aceptación y de esa valoración ha sido influída sin duda por mi entorno, por los mios.

Lo único que ahora mismo me genera estrés no tiene nada que ver con la casa, que en otro momento sí lo habría sido, ni con la logistica de horarios, ni nada parecido. Es el tener a Rodrigo por la mañana aquí conmigo hasta el próximo día uno que pueda volver al cole: una cuarentena de esas por contacto estrecho… Ser cuidadora de un niño dependiente cuando yo misma soy dependiente ahora. Una fiesta.

No está siendo fácil, no nos engañemos. No entiende porqué llevo esa cosa blanca en la pierna, porque no puedo levantarme, le da un manotazo a las muletas…eso, y sus obsesiones con la tablet, los dibujos y las mil cosas más de siempre. PERO he de decir que dentro de todo lo que es él se está portando FENOMENAL, de verdad. No me lo está poniendo tan difícil como era de esperar y aunque estoy cansada al mismo tiempo me siento super orgullosa.

Con esto lo que quiero deciros es que desde fuera sé que parece que la suerte no está de nuestro lado.  Bueno, es cierto que visto así desborda bastante pero mirad, no creo en la mala suerte. Es la vida, en sus múltiples manifestaciones. A veces le da por ahí y ya está. Supongo que el haber vivido tantas y tantas circunstancias y situaciones complejas nos han dado herramientas para afontar momentos puntuales como este de la mejor manera posible.

Hay que sentarse, racionalizar y no dejarse llevar por la desesperación. Afortunadamente esto es algo que tiene solución, y me siento tremendamente afortunada por ser capaz de hacerle frente.

 

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