Ir al supermercado para hacer la compra semanal.
En teoría algo casi rutinizado. Ya controlas cantidades, productos, tiempos…algo sencillo.
Pero, cuando tienes que acudir al hiper con tus hijos, concretamente con el que tiene Autismo, la cosa se complica enormemente.
Se escribe mucho sobre este binomio Autismo/supermercado. De hecho, cada vez están más extendidas las prácticas de los «Quiet days» .en los que se reservan unas horas concretas en un día concreto. Se controlan los estímulos ambientales para que las personas con TEA puedan realizar sus compras sin el estrés que puede ocasionar la hiperestimulación que provocan iluminación, aglomeración, ruido de fondo, etc. También pueden entrar perros de asistencia, se ralentizan las cintas, etc. Ya escribí al respecto compartiendo la experiencia de Lidl en Irlanda, por ejemplo.
Nosotros hemos llegado a ir a una gran superficie y a los cinco minutos tener que salir, cabreados y agobiados a partes iguales, coger el coche y regresar a casa. Las crisis de Rodrigo hacían imposible el avanzar.
Llegó un momento en el que hacer la compra online fue lo más cómodo. De vez en cuando nos escapábamos y lo intentábamos y, la verdad, mientras él podía permanecer dentro del carro todo fue más o menos bien. Aunque era mayor, si era poca compra la cosa funcionaba pero… si le molestaba algún producto porque invadía su espacio personal allá que lo tiraba al suelo. El remedio que se nos ocurrió: coger dos carros…
Obviamente, esta práctica tuvo que finalizar por su falta de operatividad y porque las compras se eternizaban: además de él había dos criaturas más, más pequeñas añadiré, y de todos es sabido que los niños de 2-3 años no es que tengan la costumbre de ir pegados a uno, sino más bien que suelen darse a las carreras de fondo, especialmente en este tipo de lugares…
Tirarse al suelo, taparse los ojos o los oídos, gritar, dar manotazos, escapismo, capacidad nula de espera…Esa solía y suele ser la tónica de Rodrigo en este tipo de lugares.
Estos tres últimos años no hemos podido hacer compra desde casa porque, entre otras cosas no se ofrecía en la ciudad en ningún establecimiento, así que generalmente la hemos estado haciendo el padre o yo. Cuando íbamos todos era algo a contrarreloj, y, una vez que llegábamos a la línea de cajas, yo tenía que salirme con él, bien a esperar en el coche, bien a sentarlo en el suelo apoyado en alguna cristalera, vigilado por su hermana, mientras su padre y yo embolsábamos a la velocidad de la luz.
Así es.
Las últimas veces, por una serie de circunstancias, mi marido tuvo que ir solo con los tres en varias ocasiones. Y, de manera algo accidental, dio con la clave de tener a Rodrigo más o menos «controlado». Para que no se diese a la fuga o se lanzara en plancha sobre el suelo, lo ponía en el carro delante de él, de manera que lo rodeaba con sus brazos. Y mirad, parece que le gustaba.
Poco a poco fuimos dejando más «espacio», soltando un brazo, dejándolo unos segundos solo para alcanzar algo de un lineal (antes había que cogerlo de la mano hasta para coger unos plátanos), y bueno, la cosa iba mejor, hasta que se ha ido haciendo al manejo del carro.
Obviamente tiene sus días, y cuando no lo tiene, pues no lo tiene. Nos enfada y nos pone de mal humor, sí, pero no podemos hacer nada, así que toca tragar, respirar hondo y hacerse la idea de que tocará repetir otro día pero sin él.
Hace una semana, cuando regresamos de manera definitiva a Madrid tuvimos que acercarnos a un hipermercado bastante grande que está muy cerca de casa. Rodrigo ya lo conocía, de hecho habíamos estado muchas ocasiones desde que era pequeño. Al entrar protestó mucho pero le fuimos explicando y lo dejamos al mando del carro. Aquí es cuando llega otro gran conflicto, el de los hermanos que también quieren llevarlo, pero de momento solo hay carro para uno. Cuando Rodrigo no va ellos se turnan y, cuando está asumen la tarea de colaborar como súper ayudantes o bien como seres cansados que se quejan de todo, ya eso depende del día…
Y así dimos con la clave mágica. A base de reforzarlo muchísimo («¡Muy bien Rodri, campeón, eso es!!»»), aplaudirle, invitarlo a que siga haciéndolo, indicándole que realice el apoyo plantar («anda bien»), dándole cada vez más autonomía.
Ya empezamos a sugerir que introduzca algún alimento u objeto en el carro, aunque depende mucho de su estado de ánimo. Puede que sí o puede que no, puede que comience muy fuerte y luego ya haya perdido la emoción… Lo mismo en la caja; en ocasiones ha llegado a ayudar poniendo algo en la cinta, pero, por norma general lo tengo que sacar fuera y sentarlo en el suelo mientras pasamos las cosas al carro, al tiempo que lo sujeto con mis piernas. O bien es mi marido quien guarda todo y yo salgo en la busca y captura del niño que corre como alma que lleva el diablo.
Situaciones como estas son de lo más habitual. Os recomiendo el post que Melisa, del maravilloso blog Madre reciente publicó hace unos días hablando precisamente de la experiencia de hacer la compra con su hijo Jaime, de 12 años y también con Autismo.
Sé que muchos de vosotros me entenderéis, independientemente o no de que tengáis pequeños con TEA. Es necesario respetar sus ritmos, ir poco a poco, trabajando cada área y, sobre todo, armarse de paciencia infinita…