Hoy permitidme un pelín de desahogo, seré breve, tranquilos. No, no hace falta que nadie saque pañuelos pero es que tengo un reconcome por dentro y un nudo en el estómago desde hace un par de días que me gustaría compartir con vosotros. Pensaba que desaparecería pero no. Y es que en un par de ocasiones en las últimas semanas me han sacado el tema del ingreso de Rodrigo en una residencia.

Lo he hablado con mi marido, nos hemos apoyado y el asunto aún así sigue ahí, molestando cual úlcera…

La cuestión es que la primera vez que alguien sacó el tema lo hizo con mucha educación y tacto, como necesidad relacionada con el respiro familiar. Entendible, aunque no la comparto, pero respetable…

La segunda vez, hace un par de días fue otra persona distinta increpándome, con unas palabras de muy mal gusto («voy a dejar de seguirte aunque no creo que te afecte», «no lo soporto más»…) y durísimas, acusándome de sacrificar la felicidad de mis otros dos hijos. Creo que la palabra fue que «debía» estar en una residencia. No voy a reproducir sus palabras ni poner pantallazo porque no merece la pena. No llegué a ver los comentarios, ya no estaban, y es que esa mañana no estuve pendiente de IG ya que me encontraba realizando actividades con mis hijos, y fue desde las rrss que me enteré de todo el revuelo que un par de desafortunados e hirientes comentarios habían causado.

No guardo rencor, ni estoy enfadada. Creo sinceramente que en el primer caso fue con toda la mejor intención. Hablaba una persona profesional del campo y de verdad pienso que trataba de aportar una solución a esos momentos de estrés que muchos padres de niños con discapacidad experimentamos. Mi posición es clara. No lo contemplo.

La segunda opinión…me cuesta analizarla. No conozco a esta persona, ni sé quién es ya que es un perfil privado, o si hemos interactuado previamente, si he hecho algo para molestarla o si mis publicaciones la han herido de alguna manera. La conclusión que extraigo es que existe una tremenda falta de información y conocimiento de este mundo. Es lo que quiero creer y lo que he racionalizado.

Mi hijo es un niño de 10 años. No soy capaz de procesar siquiera las dos palabras niño-residencia juntas.

Es cierto que tiene muchísimas necesidades, afectaciones, dificultades, carencias…Es verdad. Ya lo sabemos y trabajamos día a día para tratar de comprenderlo, asisitirlo, darle herramientas con el objetivo de lograr la mayor autonomía de la que sea posible, conseguir que de lo máximo de sí y sobre todo que sea feliz.

Igual que sus hermanos normotípicos.

Hermano TEA y normotípicoMis hijos, los tres, son felices y eso no admite discusión alguna.

Han aprendido a convivir con una persona con una forma diferente de entender el mundo, con una forma diferente de expresarse, con una forma diferente de interactuar.

Han normalizado, aceptado todo lo que implica porque han aprendido a aceptar lo diferente y para ellos es su hermano, sin más.

Tienen sus amigos, sus actividades, sus hobbies…Van al cine, a parques temáticos, de excursión, a museos, juegan a consolas, me acompañan a eventos, jugamos a juegos de mesas, mi hija practica deporte de competición, hacemos acampadas caseras, se ríen muchísimo…Tienen vida como cualquier niño de 6 y 9 años.

Tan solo se ven afectadas actividades de ocio que impliquen salir juntoHermanos. TEAs a entornos masificados o que no sean accesibles para su hermano. Pero hay mil aternativas.

No están sacrificando su infancia, no son excesivamente responsables respecto a su hermano. Para eso hemos tratado de modular, de enseñarles a entender sus emociones, de permitirles quejarse, enfadarse con él y con la situación tratando de que sean conscientes de la realidad y de cómo podemos solucionar tal o cual problema.

Como cada familia.

Y Rodrigo disfruta con sus hermanos. Le gusta dormir en la misma habitación, les lanza peluches por la noche provocando, se ríe cuando se ríen, le encanta escuchar a su hermana cantar mientras ve vídeos de youtube, los espera para comer, disfruta de la piscina con ellos, le encanta tenerlos ahí, presentes, aunque le falten palabras para decírselo.

Una residencia… sabemos que es un recurso a tener en cuenta dentro de años, cuando no podamos seguir atendiéndole, no podamos cubrir sus necesidades a tiempo completo. Y nos parte el alma pero sabemos que ese momento puede llegar.

Pero de momento vivimos en familia. Cuesta entender todo lo bueno, insisto, todo lo bueno que rodea su mundo, ya que aunque a veces no seamos capaces de visualizarlo lo hay, y mucho.

De ahí que mi empeño sea acercaros nuestra realidad, igual de divertida, alegre, emocionante, triste y real que la vuestra.

Tengo tres hijos, los tres son felices y me hacen feliz.