«Y entonces llegó él, y con él sucumbieron naciones enteras, llegaron plagas y el caos reinó durante tres años, con sus días y sus noches»
   Perfectamente esta frase podría hacer referencia a algún pasaje del Apocalipsis, o qué te digo yo, a algún guión de las películas de Bruckheimer que tanto aborrezco, pero no, quien nos conozca sabe que están escritas para mi casi tres, que llegó al mundo tal día como hoy y vino a ponérnoslo todo patas arriba.
   Quién nos iba a decir con lo malito que estuvo, que cumpliría tres añazos siendo un niño sano, listísimo, espabilado y travieso como el que más. A lo mejor es por eso, porque es nuestro milagro particular, la razón de haberlo achuchado tanto, de querer dormirlo en brazos todavía, de haberme resistido a retirarle la lactancia materna a pesar de que ya esta vaca no daba para más, de seguir aspirando su aroma como si fuese un recién nacido y de no querer que crezca nunca más.
   Siempre le digo a mi costilla que él representa mi última oportunidad de disfrutar de un bebé, la última, por más que se empeñe en insistirme con el tema de las gemelas.
   Que sí, que su gran frustración es no haber tenido gemelas a las que iba a llamar Noor y Jimena, y había que ver la cara de incredulidad cada vez que el ginecólogo de turno decía que era uno sólo. «Pero, ¿ha mirado bien?¿No puede estar detrás?» Pues no buen hombre no, sólo viene uno, con dos piernas y dos brazos…»Pero mire bien a ver»….Hombre, llevo seis años de carrera, cuatro de especialidad y 25 ejerciendo pero vamos, lo mismo usted tiene razón y me he equivocado…
   El caso es que siendo el último, no he cortado el cordón umbilical con él, lo reconozco, aunque hay muchos muchos días en que querría mandarlo bien lejos, interno por ejemplo.
   Ha roto todo lo rompible, ha desmontado todo lo desmontable, se ha comido todo lo comible (pasará a la posteridad por su frase «esto a mí me gusta papi») y todo lo no comestible dígase pinturas de dedos, pintura de sillas, huesos de jamón y galletitas para perros entre otras exquisiteces.
Y pese a todo, pese a no entender a esa lengua de trapo, a ese ser diminuto q tiene el ¿honor? de ser el más pequeño del colegio, a ese enano con todavía problemas de incontinencia (urinaria y verbal ojo), a ese, no dejaré de achucharle nunca.
Porque ese trasto, monstruo como le llama mi costilla, me da alegría y me quita el sentido.
Felicidades bebé.   PD. Comienza nuestra operación salida. La que nos espera…