Sí, yo sé que el salir fuera, el viajar, forma parte del trabajo de mi marido. Lo sé y nadie me ha engañado. Pero yo tampoco engaño a nadie si confieso que hay temporadas en las que esta vida mía da un poquito de asco, o como dicen los americanos,«it sucks». Que apesta, vamos.
 

Cuando llegan las temidas palabras «tengo que irme unos días por trabajo»,  casi se agradece, ¿sabéis?. Que una quiere mucho a su otra mitad y tal, pero mi experiencia me ha demostrado que una desconexión de un par de días, y más en nuestro caso con el estrés como compañero de piso, nos viene incluso bien.

Pero entonces a los cuatro-cinco días llega el «me voy una semana». Y sí, te lo había dicho, pero como vives en un día eterno y no sabes ni qué mes es, ni si vienes o si vas, como para recordar que era ahora. Precisamente ahora.
Aunque lo mejor está por llegar, cuando a los cinco o seis días del regreso se vuelve a marchar nada más y nada menos que diez días, y tras ojear el calendario que tenéis en común en google drive, compruebas que volverá, se irá dos o tres días, volverá y se marchará otra semana. Anda, si esa semana, además, los niños ya estarán de vacaciones…
Y entonces te reafirmas en que en este momento tu vida «sucks» y mucho.
 

Help-ayuda-madre-agobio-padre-ausente
 

El día a día ya es suficientemente complicado tal y como es. Si, además te quedas cojo, no es que tengas tarea doble, es que además te falta un soporte fundamental para imprevistos.
Porque, además de las tareas habituales, suma las que el padre de familia realiza, el agobio por las que no puedes realizar porque literalmente no tienes tiempo y no puedes estar en dos sitios a la vez,  o porque el mayor no quiere hacer sus terapias contigo porque rompes su rutinas y te sientes culpable.
 

Suma, además, a ese Murphy que se las ingenia para que siempre uno de los tres peques acabe enfermando (casi siempre #Elde9), con lo que supone tener a un niño malito en casa y tener que llevarlo a rastras a llevar y recoger hermanos de clase y extraescolares.
Niñas con exámenes y tareas que necesitan apoyo mientras uno no deja de gritar llamando tu atención y el otro te habla cual cotorra desatada contándote mil batallas y pidiéndote que juegues con él. Esto cuando a lo mejor son las siete de la tarde y tú ya no das más. Pero cuando digo que no das más es no das más nivel «mamá despierta que te estoy hablando«.
 

Esto, compañeros, no es lo único porque igual un día tienes una migraña terrible, o te baja la regla de esa manera que ya conoces desde hace más de treinta años. ¿Y qué puedes hacer? Nada. Pensar en el glorioso trabajo de mi marido y en porqué no me quedé para vestir santos.
 

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Trimadre loca, a la que en la puerta del colegio le dicen un «Uf qué mala cara tienes«, y piensas, «pero si voy algo maquillada y hoy he dormido casi cinco horas!!!» y entonces, aún con los remordimientos que te dan el saber que el verano anda ahí acechando tus lorzas y que Julio Basulto te observa desde su omnipresencia, sólo puedes pensar en llegar la noche y atiborrarte a algo malo, poco nutritivo y empachoso. Sin dolor.
 

Luego está tu brillante idea de ponerte a trabajar unos meses tras un montón de años. Sí, un proyecto que de primeras resultaba atractivo por la libertad que me ofrecía, contando con que pudiese tener apoyo. Ese proyecto que de pronto se ha convertido en una pesadilla ya que la mitad de días no has podido cumplir objetivos porque tenías niños, médicos, papeleos, tareas que habitualmente haces por las tardes pero no puedes porque estás con los niños, A lo que debes sumar el insomnio por la preocupación. A toro pasado confirmo que no, mi vida no está hecha para trabajar para otros. Porque señores, en voz alta y a grito moderado (que son las cinco y cuarenta de la mañana) me reafirmo en que soy Cuidadora. Ya trabajo y además tengo un blog, que esa es otra. Porque el colofón final, ese momento de tu vida que has estado esperando desde que lo abriste, tu espacio, la niña de tus ojos, a la que tanto tiempo has dedicado (y ahora algo abandonado porque no tienes tiempo y el poco que tienes es para trabajar), comienza a dar frutos que no puedes recoger. Te contactan para mesas redondas, dar charlas, colaboraciones pero…vaya por Dios, estás sola. Y reclinas oferta una, dos, tres veces. Y, además, no puedes realizar ciertas colaboraciones porque la situación geográfica es un problema para las marcas en cuestión.
 

En fin, que mi vida a veces «sucks».
 

Pero es de justicia ver la otra cara de la moneda.
Me organizo como nunca…
Me pongo a prueba como jamás lo hubiera imaginado, y me río yo de cualquier spartan race…
Los niños a veces ponen de su parte, que no es poco. Bueno hay uno rubio que le pone intención, más que otra cosa…
Al final, y no me preguntéis cómo, todo sale. TODO. De alguna manera me transformo en una máquina cuyo engranaje funciona a la perfección y no para de trabajar cumpliendo estándares de eficiencia.
Y sin duda, de lo mejor: tengo la cama para mí sola y hay mucho silencio.
 

Por lo tanto, y como conclusión, a veces mi vida «sucks», pero también mola mucho.

 

Que no, que no me quejo. ¿Y sabéis por qué? Porque ya andamos en fase descuento. Y esto que para vosotros puede no significar mucho, para mí lo es todo.

 

Vamos a comernos el día, y si él me come a mí, que sea sólo un cachito…

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