RODRIGO GRITA. Mucho.

Grita de emoción cuando ve/vive algo que le gusta, que le hace disfrutar.

Grita viendo sus dibujos preferidos en la tablet o en la televisión.

Grita si en un centro comercial o en un restaurante suena una canción que le encanta.

Grita de excitación en el metro porque el movimiento del mismo es lo que le provoca, alegría.

Grita en misa cada vez que suena una guitarra. Grita cuando se enfada y no logra hacerse entender.

Grita de frustración al sentirse incomprendido, al no poder expresar qué necesita, qué está sintiendo, qué le lleva a ese estado.

Grita cuando otros verbalizarían su mal humor.

Grita cuando algo le duele.

Grita mientras llora, sin autocontrol, con desgarro.

Grita cuando no entiende una situación que lo desborda y le satura.

Grita en las colas si hay mucha gente.

Grita en la calle si en ese momento se siente agredido visualmente.

Grita si el autobús tarda demasiado en llegar.

Rodrigo grita y no podemos hacer nada.

Es la manera que tiene de comunicar sus emociones, sus necesidades y deseos.

Eliminando el estímulo estamos eliminando oportunidades de aprender, de socializar, de desarrollarse. En él poco o nada funcionan las anticipaciones, porque entre otras cosas no siempre las entiende.

Vive en el aquí y el ahora y es en ese espacio de tiempo cuando él, sin filtro, deja salir todo a través de sus gritos.

Con los años ha ido limitándolos a espacios y momentos concretos. De algún modo sabemos más o menos qué se lo provoca y hemos aprendido a rebajar su nivel de activación a través del uso de mordedores, cojines, abrazos, pero sin eliminar ni el estímulo ni impedir que se exprese. Aunque sí lo hacíamos y a veces nos tienta hacerlo.

Y como madre lo digo: es molesto. Es molesto cuando lo hace con toda la potencia de la que es capaz y de manera continua. Imaginad así, a ese nivel durante horas. No hay quien pueda gestionar eso sin ponerse nervioso, estresarse, sin verse alterado.

Esto nos ha limitado y sé que hemos dejado de ir a sitios para evitar afrontar momentos incómodos con respecto a otros. Porque aunque ya hemos superado las miradas, porque aunque hemos tenido mucha suerte y rara vez hemos experimentado situaciónes desagradables, a mi personalmente me genera muchísima ansiedad cualquier situación social en la que Rodrigo grita y sé que puede molestar. Sabiendo que es lo que hay, que es incontrolable y que es importante normalizarlo.

Y si, cuesta decirlo en voz alta.

A veces, cuando comparto estas escenas hay gente que me dice que los vecinos tienen derecho a vivir, que no tienen porqué aguantar esto. Y sí, es cierto. De hecho nosotros nos acabamos mudando a una casa entre otras cosas porque, aunque hemos tenido siempre vecinos que eran unos benditos, queríamos eviatr esas situaciones. Sé lo complicado que puede llegar a ser pero también sé que no tenemos una solución mágica en nuestras manos. ¿Qué hacemos?¿Cómo lo hacemos?

Y duele, no os imagináis cuánto. Y vamos a veces con miedo a los sitios, es así. Y como bien leía ayer en redes el comportamiento de nuestros hijos es molesto pero el de los adultos se normaliza en determinadas situaciones. Y ahú, ahí es cuando si deberían darse esas miradas, esos reproches, esas quejas.

Cuánto queda por hacer.

 

Reflexión. cuando una persona con discapacidad GRITA

 

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