Cuando parecía que el tema sueño se había estabilizado un pelín, van y comienzan a desajustar ritmos de nuevo.
Entiéndase estabilizar por despertarse sobre las 6 AM durmiendo una media de 9 horas. Un auténtico logro.
Pero mira por donde que llevamos un mes con horarios de locos, que oscilan entre las tres de la mañana y las cinco, y por turnos, que parece que lo hacen a propósito.
Así que, entre el sueño acumulado, el cansancio a estas alturas de curso ya, el estrés del día a día, el agobio por las mil y unas cosas que una tiene pendiente, me paso la mitad del día a la gresca con los pequeños.
He de decir que están cansados, mucho, y lo aprovechan estupendamente para tener la casa como un «disasterest» total (como dirían mis chicas). No hay manera humana en este universo conocido de tener nada recogido durante diez minutos. Todo anda manga por hombro. Se les olvidan las cosas…Y aquí la madre pulpo ha de estar en tropecientosmil menesteres, sin ganas, cual espíritu de la golosina y con cara de perro hasta que ocurre lo que tenía que ocurrir: broncazo épico donde los haya.
Ni educar en calma (disculpas a Ely), ni educar sin gritos, ni reflexión previa…
Esas típicas frases de madre que jamás osarías pronunciar:

«Váis a acabar conmigo»

«Me váis a matar a disgustos»

«Esto es una casa de locos»

«El salón parece una pocilga»

«Voy a tirar todos los juguetes a la basura y se acabó el problema» y una de mis favoritas,

«¡Os van a faltar vidas para cumplir el castigo que os voy a poner!»

Todo lo antipedagógico que te puedas imaginar, pero humano. Es así.
Al final, ellos serios que ven que la cosa no es para tomarla a chanza.
Una servidora con el corazón en un puño al verlos empequeñecer en el sofá, incapaces de sostener la mirada.
Entonces desaparecen de mi vista y los oigo ideando.
No tengo más fuerzas para seguir protestando.
De verdad, hay que saber lo que es la falta de sueño crónica para vivirlo.
No quiero seguir enfadada, ni gritar, ni nada.
Y se hace el silencio sólo roto por los gritos del mayor que está trabajando con su padre
Y, a la hora larga aparecen como un torbellino, para llevarme a su habitación donde «han recogido todo». Suspiro al pensar lo que me queda por delante, porque tenemos conceptos de recoger bastante dispares, pero he de sonreir.
Me piden perdón, me hacen la pelotilla, que se les da de miedo, nos achuchamos, les pido perdón, me piden perdón, nos hacemos cosquillas y pedorretas y marchan a jugar.
Y, cuando parecía que ya ese día nefasto habia mejorado, encuentro escondida esta nota, que hace que cada día me alegre más y esté más orgullosa de haber sido madre.
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