Blog-alimentos-discapacidadLa salud de mi hijo mayor es bastante buena, pero siempre ha acusado problemas digestivos e
intestinales: digestiones pesadas, cólicos. gases, episodios de estreñimiento crónicos combinados con épocas de diarreas incesantes…algo que nos llevaba por la calle de la amargura.
Tras descartar celiaquía y alergias varias, le realizamos un test de intolerancia que nos vino a confirmar la reactividad adversa que su organismo mantenía con numerosos alimentos.
He de puntualizar que la intolerancia es menos grave que la alergia, y que está condicionada no sólo por la alimentación, ya que el sistema inmunológico puede verse alterado por muchísimas variables. De hecho #Elde8 cuando pasa una temporada muy estresado, cuando lleva días en los que su patrón de sueño está especialmente alterado, cuando hay grandes cambios, todo lo manifiesta somatizando el sistema digestivo. Visto y comprobado.
Azúcar de remolacha, leche de vaca, hongos, verduras relacionadas con la col, carne de caza, cerdo, alcohol y café, ente otros, son los alimentos que en un primer momento ha de eliminar de la dieta. Éstos a su vez se clasifican según el grado de «daño» por llamarlo de alguna manera que hacen al organismo, de manera que habrá algunos que no debe tomar bajo ninguna circunstancia y otros que, según vayamos reintroduciéndolos en la dieta, va a poder tomar semanalmente, cada dos o tres días, quincenalmente, etc…
Durante tres meses lo tuvimos a secano. Una dieta estricta -todo lo que estaba en nuestra mano ya que el comedor escolar aunque colaboraba era más complicado-, pero aún así las mejoras las notamos en días. Y éstas fueron a todos los niveles: sueño, concentración, atención, humor…
Este año empeoró dado que la dieta del nuevo colegio era bastante penosa y no hubo colaboración alguna así que al llegar a casa todos los días las cacotas inundaban piernas, pantalones, suelos (y perdón por lo gráfico del tema)
La cuestión es que cuando te dan el diagnóstico de alguna manera respiras porque sabes a qué te enfrentas. Te explican que por no se qué mecanismo fisiológico la flora intestinal tiende a estar muy alterada hasta quedar casi sin defensas. No asimila nutrientes, ni vitaminas, y es necesario por un lado reestructurar dieta y por otro reestablecer esa flora dañada.
«Bueno, pues a cambiar hábitos alimenticios, no será tan difícil». Aquí es cuando el mercado te da la gran bofetada, la bofetada de todas las bofetadas, porque al examinar un menú semanal cualquiera vas a encontrar leche de vaca y azúcar blanco por doquier.
Llega el momento de la compra semanal y eso se convierte en una carrera de fondo y en un máster acelerado de nutrición. Observas las etiquetas y no sales de tu asombro. Pero, ¿¿¿entonces qué puede comer esta criatura??? Todo lleva leche, trazas de leche, leche en polvo, azúcares…
Pero lo mejor está por llegar: la hora de pagar en caja. Es en ese momento cuando dudas de si has metido jamón de pavo o serrano cinco jotas, porque no entiendes como ha podido subir tanto.
Fácil, echa un vistazo.
Por ejemplo, cacao para el desayuno de marca (de 14’17 a 5’31€ el kilo) o marca blanca.

El azúcar… 


El socorrido tomate frito…


Natillas. que puede tomar de manera ocasional…

 La bebida de soja…
Flanes, también como capricho puntual (permitido)…
 Chocolate…

Y más. 
Un envase de 4 magdalenas sin gluten (88 gr), marca Carrefour, 1’91 € ( a más de 21€ el kilo). Hablo de marca blanca además, ¿estamos locos?
Así cualquier producto que busques sin leche o azúcar te va a costar considerablemente más que uno «con».
Ya decía yo, a principios de los tiempos y en clave sarcástica que en las familias numerosas si, además, había un miembro con dieta especial, donde comían dos NO comían tres, y no me equivocaba.
En nuestro caso, dado que la intolerancia es amplia, debemos echar mano de la cocina casera. Bizcochos de leche de soja o avena con azúcar de caña; crema de cacao, natillas, bollería, batidos. 
Hemos aprovechado este bache en el camino para reajustar hábitos y, por ejemplo, deshacernos del azúcar blanco y de bastantes lácteos, lo cual nos ha beneficiado a todos.
Es increíble que una alteración que requiere una dieta especial por necesidad merme la economía familiar y suponga más trabajo extra en casa para poder cumplirla. La celiaquía y la intolerancia a la lactosa pueden encarecer la cesta de la compra anual un 288% que se dice rápido. Y no sé vosotros, pero en mi casa somos muchos, con niños en edad de comer y con la manía de hacer varias comidas al día y, además, entra un único sueldo. 
Sí, en este país, ser intolerante o alérgico es un lujo.

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