Y esa capacidad de decisión unilateral que les caracteriza les hace más disfuncionales, si cabe, de manera que, de vez en cuando les da por, entre otras cosas, irse de casa. O al menos tener la intención.
La primera vez fue la mediana.
No recuerdo el motivo. Tendría cuatro o cinco años recién cumplidos, y, en unos de esos momentos pre-adolescencia-precoz que le dan, en plan «nadie me quiere y todo me pasa a mí» decidió que se iba de casa.
Claro está yo la alenté, así que cogió a sus dos Chernitas (dícese de dos kiconicos rosas), una mochila, una botella de agua, una magdalena y salió por la puerta.
– Lo siento mami, me tengo que ir a otra casa con otra mamá…Me da pena pero tengo que hacerlo.
– ¿Y dónde vas?
– A la calle.
– Pero, ¿dónde vas a dormir? Se va a hacer de noche pronto.
– En la parcela con Kiara. Mañana me voy a buscar otra familia.
-¡Ah! bueno, pues ahí hay unas cajas de cartón para reciclar y una manta de la perra, por si tienes frío.
Y abrió la puerta y ahí se quedó.
Mientras la miraba a través de las cortinas de la ventana, la oía hablar sola en voz baja, compadeciéndose de su vida (es así, como muy teatral, qué le vamos a hacer).
Al rato llamó a la puerta.
– Mami, que he pensado que me gusta esta familia y me quiero quedar, al menos de momento, ¿puedo pasar?
– Sí claro.
– Tengo hambre
– Lo sospechaba.
Esto, que no deja de ser una anécdota, no ha sido excepcional. En otra ocasión volvió a sacar el tema, pero ese día ni me pilló tan jocosa ni de tan buen talante. Ante mi negativa y mis «déjate de tonterías» lo que conseguí fue una rabieta tamaño estadio de fútbol, muchos gritos y mucho estado de nervios.
Conclusión: empatía siempre, con tranquilidad, condescendencia, diálogo y cruzando los dedos no vaya a ser que de verdad le de por salir a la calle y a ver qué hacemos…
Y ayer se repetía la historia pero con el pequeño:
Domingo, 8:00 A.M.
– Mami. me voy de casa – camiseta del pijama, gorra de Cars y calzoncillos de Spiderman dos tallas grandes tras quitarse el pañal-.
– ¿Cómo que te vas de casa hijo?
– Sí, lo siento.
– Y ¿a dónde?
– Al zoo. Me voy al zoo
– ¿Cuándo te vas?
– Ahora. Pero no te preocupes, que volveré en unos…mil años, ¿sabes?
-¡Uy! Pero yo ya no estaré cuando vuelvas.
– Bueno, pues vuelvo en seis años que eso es mucho tiempo, ¿eh?
– Es mucho, jo, te voy a echar de menos. ¿Tú a mí?
– No. Porque voy a estar con los animales.
– Ay mami…en el zoo te he dicho
– Vale, pero ¿dónde vas a dormir?
– En el suelo, con los elefantes.
– Ya
– Es que los cuidadores del zoo duermen en el suelo, ¿sabes?
– Pero, ¿no estarás incómodo?
– No, porque hay montones de cojines, ¿sabes?
– No, no sabía
– Sí, ¡en el zoo hay muchísimos cojines!
– ¿Y qué vas a comer?
– Pues maíz sano. claro.
– ¿Sólo maíz sano? Vas a tener una falta de nutrientes brutal me da a mí.
– Es lo que comen los cuidadores.
– Si tú lo dices… ¿Y no te va a dar miedo? Porque en casa te da miedo dormir (eso dice ahora)
– A ver mama…ay…que me da miedo la oscuridad de casa pero no la del zoo
– Vaya
– Además tengo mis calzoncillos de Spiderman que hago así y disparan al frente (gesto de dispararme con el paquetillo), ¿ves?…flus flus…toma red.
– Bueno, si tienes los calzoncillos me quedo mucho más tranquila. Y allí, ¿qué vas a hacer?
– Pues qué voy a hacer mami, cuidar de los animales, como Diego Go, rescatar a los elefantes en peligro y voy a ver a los coatíes.
– Hombreee….los coatíes.
– Voy a preparar mis cosas
– Vale, cuando estés listo avisa. Pero yo sí te voy a echar de menos, que lo sepas.
….
– Mamiiiiiiii…¡mis cosas han desaparecido!
– No hijo, NO lo han hecho,
– Siiiii…no tengo ropa.
– Sí tienes ropa. En un sitio las camisetas y debajo los pantalones.
– Noooo.
– Síiii.
– Así no me puedo ir.
– Pues lo tienes todo para irte, tú veras…
– Ya. Bueno, mejor me voy dentro de tres años.
– Cuándo volvamos de Melilla, ¿no?
– En tres años mami. ¿Me das un zumito?
Lo que no se les ocurra a tus hijos…!!! Me has hecho recordar que esto lo hizo mi hermano con 3 años: se puso una capucha suelta y se hizo un hatillo jajaj y decidido que se iba!!! Ay los peques cuando salen librepensadores como los tuyos… Qué monos que son!!! Besos
Estos ahora son pequeños, pero me da que en unos años se van pero que se van…Son de decisiones unilaterales, sin consultar y cabezones. Estarmos al loro por si acaso…Un beso!
¡Hola Vanesa! No conocía tu blog y ahora que he llegado a él creo que me quedaré por aquí una temporada. Me parece muy interesante como has manejado las dos situaciones, yo creo que a mi me hubiera entrado un poco el pánico al oirles decir que se marchan, de todos modos me encanta leer estas historias, sólo por la capacidad de raciocinio que tienes los niños, es increible cómo consiguen que ideas impensables suenen hasta lógicas. ¡Un abrazo!
Yo creo que lo mejor es ponerse a su nivel, porque he intentado hacerlo como adulta y no funciona., ya ves. Los tuyos son muy peques, ¿no? Yo voy ganando en paciencia con los años, debería ser al revés pero es así. ME encanta tenerte por aquí, Un abrazo!
Has conseguido arrancarme una sonrisa mientras leía, porque mis hijos ya son adolescentes y ya no me acordaba de este tipo de conversaciones tan trascendentales…. Ahora me funciona menos lo de la empatía y tiro por el camino de enmedio y acabamos en discusión fijo, por el tema que sea. Ayyyy, las hormonas de los adolescentes… Pero que una criatura tan diminuta te hable así es para tener un dominio de la risa enorme y que no te vea reírte delante de él o de ella, Disfruta de esas conversaciones, que luego las echarás tanto de menos! jajaja. Aprovecho la visita para contarte que te he nominado a unos premios blogger y que puedes pasar a recogerlos cuando te apetezca. Un beso, Vanesa!
Tú lo has dicho, es que con la adolescencia hablan las hormonas directamente, no hay manera de razonar. YA me tocará, ya. De momento aquí sigo con estas conversaciones añejas con uno de 3 y una marisabidilla de 6. Un beso!!
Jajajaja, yo también me he reído mucho, la verdad. Estas cosas hay que tomárselas con humor. ¿Vosotros nunca os habéis querido ir de casa? Porque yo sí y me preparaba mi cabás con mis cereales, un zumito y una linterna. Eso sí, lo más lejos que llegaba era debajo del escritorio con una sábana alrededor para que no se me viera 😉
Ay, es que yo era muy muy miedica, nunca se me pasó por la cabeza…Para haberte visto por un agujerito! Un beso
Qué arte tienen tus hijos! En estos casos, como bien apuntas, es fundamental la paciencia y el sentido del humor. Tus respuestas, indicando que los ibas a echar muchos de menos, creo que son acertadísimas. Tomo nota de tu experiencia, mi hija es tan peliculera como la tuya. Puede no me ha dramatizado en este sentido aún porque es muy madrera, pero tiempo al tiempo. Qué arte tienen tus peques! Cómo me he reído!.
Ja ja ja…sí, la niña es muy de tragedia griega, qué le vamos a hacer…Y la paciencia he aprendido a trabajarla porque llegué a un punto en el que la perdí. Un besito!!
Jajaja… Me encanta la teatrera de tu hija y la lógica del pequeño. Mi hijo mayor el otro día también me dijo el otro día que le hiciera la maleta que se iba a vivir al "campito" de los abuelos… Luego se lo pensó mejor y se quedó jajaja Besos!