La experiencia de haber vivido una maternidad en tres ocasiones me ha proporcionado experiencias maravillosas, y sí, es cierto que al final los momentos más duros y oscuros se acaban superando y olvidando, o al menos cobran menos importancia cuando ves a tus hijos crecer y los instantes que te regalan. En los tres el cansancio ha sido algo común y siempre me puse a mí misma al final de cualquier escala de prioridades. Siempre. Llegó un momento en el que me olvidé de mi misma, y eso dificultaba enormemente la tarea de estar ahí para los míos porque llegado el momento las fuerzas físicas, emocionales y mentales me fallaban.

Tuve que tocar fondo y enfermar para ser consciente de que era imposible ser de ninguna ayuda o apoyo para mis hijos y mi marido si me faltaban las fuerzas y las ganas, si me costaba respirar y levantarme de la cama, si la rutina había invadido mi vida y me movía por inercia sin ningún tipo de emoción ni sueño. Porque llegó un momento en el que esa era yo.

No hace falta ser madre de un niño con alguna discapacidad para experimentar esa sensación de cansancio y vacío. La falta de apoyos, la crianza en soledad, la dificultad para conciliar maternidad con vida personal, laboral, familiar, la falta de sueño…hay decenas de factores que nos rodean y que pueden hacer cuesta arriba la experiencia de la maternidad.

A mí me costó tiempo, no reconocerlo, sino traspasar, trascender el conocimiento de saber que algo fallaba y que no podía mantener mi situación mucho más tiempo para dar el siguiente paso y pasar a la acción.

No ha sido un camino fácil. Requiere de muchos cambios a nivel cognitivo, de arriesgarse, de superar complejos, de recuperar confianza y autoestima y de entender que uno tiene que ponerse sino por delante, al menos al mismo nivel que los demás porque si no, ese desequilibrio en la balanza te acaba afectando y no puedes estar para los tuyos.

Hoy es el día mundial del Autocuidado y me gustaría compartir aquellos aspectos que considero esenciales a cuidar y trabajar, desde mi experiencia. Aunque hablo de necesidades educativas especiales no se limita a esa experiencia, sino a cualquier maternidad, tal y como yo he vivido.

  1. Aprender y formarse sobre la discapacidad / necesidades específicas de tu hijo. Para mí conocer con qué estoy lidiando y a qué me voy a enfrentar ha significado tener siempre una mayor comprensión de mi hijo y por tanto tener una mayor sensación de control. Reducir la incertidumbre, el miedo fue esencial. Cuanto más aprendía mejor iba sobrellevando y afrontando una situación para la que nadie está preparado.
  2. Buscar apoyo. Si tienes la suerte de contar con familia, con red de amigos cerca es maravilloso, algo de lo que hoy en día no todo el mundo dispone. Sea como fuere llegará un momento en el que sientas la necesidad de hablar con padres y madres que estén pasando por la misma situación que tú. Los grupos creados en las asociaciones, o incluso virtuales son ese referente que te van a ayudar a sentirte menos aislados, menos solo. De verdad, esto es crucial. La maternidad diversa está bañada en soledad y sientes que no puedes hablar con nadie porque no te entienden. No fue hasta que yo descubrí todo lo que el 2.0 podía ofrecerme en este aspecto que pude desahogarme plenamente sin sentirme juzgada, sabiendo que me entendían y que podía aprender de aquéllos que ya habían recorrido ese camino.
  3. Pedir ayuda y delegar. ¡Qué complicado! Aún recuerdo las palpitaciones y los sudores fríos cuando me separé de mis hijos un rato por primera vez, y eso que se quedaban con su padre…Cuesta soltar la cuerda, piensas que nadie va a poderle atender mejor que tú, que te van a estar echando de menos cada segundo, que nadie va a saber cubrir sus necesidades…hasta que pasas un día fuera de casa y cuando vuelves solo hablan de lo bien que lo han pasado! Es necesario no solo delegar sino solicitar ayuda explicando cómo nos encontramos. A lo mejor tu entorno puede hacer algo por tí que te permita desconectar, sentir cierto alivio y descanso por un rato, darte un baño a solas… Y por supuesto, la corresponsabilidad con la pareja -de tenerla- es un tema que hay que tener claro y hablado.
  4. Acudir a terapia. No todo el mundo lo necesita, eso es así. Pero muchas familias sí y no se atreven a dar el paso. Hay que pensar que en ocasiones es fundamental para trabajar la aceptación y la gestión de todo el abanico de emociones que se está sintiendo. Hablo de salud mental, tan importante como la física pero siempre estigmatizada y dejada en un segundo plano. El año pasado tuve que acudir porque mi sistema se desbordó y llegó un momento en el que la ansiedad era imposible de controlar, ella había tomado las riendas de mi vida. Obtuve ayuda que me encaminó a valorar prioridades y medicación de apoyo. Para mí fue algo fundamental.
  5. Llorar, todo lo que necesites. Las hormonas, el cansancio que lleva a la extenuación, todos los sentimientos que afloran a la vez…y retienes el llanto. Yo aprendí a dejarlo salir, y con todas las lágrimas soltar estrés. Y qué alivio después…es como soltar una descarga brutal y retomar un punto de estabilidad. Llorar no hace daño.
  6. Buscar algo de tiempo para uno mismo, aunque sea obligándose a salir para comprar el pan para qué se yo, meditar o pensar en el día tan bueno que ha salido. Hacer lo que te gusta: ejercicio, caminar, dibujar, escribir, ver una serie, cocinar, lo que sea pero que te guste, que lo disfrutes.
  7. Escuchar música. Pocas cosas hay mejores que ponerse a cantar a grito pelado y dejarse llevar. Catártico. Tengo listas diferentes en Spotify: para correr, para hacer las cosas de casa, trabajar, llorar, hacer la comida, estar con los niños, para cantar a pleno pulmón…
  8. Cuidar la alimentación, hidratación, salud física. No soy el mejor ejemplo del mundo, lo reconozco. Lo peor que llevo, a años luz es el tema comidas. Pero desde siempre. El que no me guste cocinar no ayuda tampoco. Probablemente sea de las cosas que más me ha costado, en la que sigo trabajando y de la que me queda mucho camino por recorrer. Pero es cierto y verdad que cuanto mejor comes mejor te encuentras. Es así. Y encontrarte bien físicamente es fundamental para atender a los tuyos…
  9. Moverse. Muy en relación con el tiempo personal. Si eres de actividades sedentarias es bueno tratar de establecer metas de pasos al día (ya sabes, 10.000 mínimo, obligándote a caminar y subir o bajar escaleras). No es necesario apuntarse al gimnasio o convertirse en runner, hay muchas maneras de mantenerse en forma pero lo importante es hacer algo con el cuerpo.
  10. Sobre todo liberarnos de la culpa. Culpa por ser padres o madres, culpa por alejarnos de nuestros hijos, culpa por pedir una excedencia, culpa por desear volver a trabajar, culpa por querer pasar un rato a solas, culpa porque no comen lo suficiente, sentimos culpa por todo. No debemos culpabilizarnos por nada, lo hacemos lo mejor que podemos, aprendiendo cada día. Y cuesta, mucho, aceptarlo.

La maternidad es una montaña rusa, está llena de imprevistos, pueden pasar mil cosas en un día, sobre todo cuando los niños son muy pequeños y sientes que todo se escapa a tu control, pero cuanto mejores cuidados estemos mejor podremos afrontarlo y con mejor humor, sin duda.

Me gustaría saber vuestra opinión. ¿Os habéis sentido desbordados? ¿Practicáis el autocuidado?