La vuelta al cole.

Recuerdo con añoranza esos finales de agosto, principios de septiembre en los que maldecía el tener que estar marcando prendas, forrando libros o revisando la ropa del armario que se había quedado pequeña (porque la manía que tienen estos niños de crecer en verano, oye), con nuestra mayor preocupación consistente en elegir mochila con o sin carro.

Pero este año no he marcado ni unos tristes calcetines, no tenemos aún los libros, la poca ropa renovada es más deportiva que nunca y perruna «de estar por casa» y no tienen todavía mochilas. Me interesa más que el wifi llegue a todas las habitaciones, tener mascarillas homologadas y gel de bolsillo, arreglar un portátil viejo para que cada uno tenga con qué trabajar y me acabo de dar cuenta de que solo les sirven unas zapatillas.

Suspiro.

De algún modo, en mi interior, mi subconsciente me lleva a prepararme para todos los escenarios posibles. Escenarios, una palabra que yo suelo utilizar bastante pero que ahora cobra otra dimensión e importancia, ¿verdad? Y que estamos un poquito hasta ahí de escucharla porque cada vez suena más vacía…

He pasado de un optimismo basado en la confianza que el tiempo me proporcionaba («aún estamos en mayo, de aquí a septiembre todo estará bien y organizado»), a la desconfianza por la inacción de otros durante los meses de verano, al miedo más poderoso que en algunos momentos me ha llevado a considerar hasta el que mis hijos pudieran acabar en la UCI, y ahora floto en un estado entre zen y pasivo-agresivo.

Cada vez que escucho a políticos y responsables hablar de la vuelta al cole con esa parsimonia que solo a mi un chute de orfidal me proporciona se me abren un poquito las carnes. Con esa tranquilidad de «lo tenemos todo bajo control» forzando una sonrisa que se desenmascara con ese rictus forzado y esa vena en el cuello palpitando de la tensión. Con el «es que no entendemos tanto revuelo y tanto agobio en las familias«. O mejor con el «la culpa es tuya, o tuya, pues tú más, rebota rebota que en tu culo explota«…Ahí todo el estrés de estos meses, el enfado contenido, el miedo, la incertidumbre, todo eso se apodera de mi. He de hacer un esfuerzo casi sobrehumano para no escupir todo lo que pienso sin filtro, sin mesura y tirando del recurso fácil de la violencia verbal y el insulto.

Tomo las riendas y trato de convertir todo eso en un enfado comedido. Porque soy así.

Y no hay un puñetero día desde hace mes y pico en el que esa emoción de ira no se apodere de mí ante las noticias o twitter. Vamos que el estado así como general es «esto es una mierda». Así que fácil lo que se dice fácil no está siendo contenerse…

Porque pasan las semanas, y todo está igual. Entonces llega un momento, por lo que sea, bien por resiliencia o más bien por agotamiento, en el que he comenzado a alternar ese estado enfurecido que me deja exahusta con uno de cierto relax. No es un relax como tal, no es una tranquilidad que se respire en el aire y me contagie, porque para eso debería percibir que la situación es segura o está bajo control y nada más lejos de la realidad.

Porque aquí hay algunos temitas que nos tienen en modo ansiedad on:

La incertidumbre, como concepto

No hay nada seguro, no sabemos qué va a pasar, cómo vamos a proceder las familias ante el colegio, ante las urgencias, ante los síntomas, ante el trabajo, ante la conciliación, ante nada.

La indignación es inevitable y es exponencial porque hemos hecho sacrificios por encima de nuestras posibilidades…no, espera, algunos hemos hecho y seguimos haciendo (mejor así, ¿eh?) esos esfuerzos y ¿para qué? Para que ante la inminente e INSOSPECHADA vuelta al colegio no se haya tomado absolutamente ninguna decisión, más que las obvias, y peor aún, no se haya proporcionado ni recursos a los centros ni a las familias.

Grupos burbuja

Los famosos grupos burbuja que me dan la risa floja porque me imagino a los niños en clase envueltos en papel film o metidos en pelotas de plástico….Grupos que no sé a quién se le ha ocurrido que son viables cuando, al menos los míos, tienen cambio de docente según la materia, al menos seis profes, al tiempo que también deben realizar algún cambio de clase en varias asignaturas. ¿Qué pasa? ¿Que de repente un profesor de matemáticas va a impartir las materias bilingües, o música, o robótica? ¿Llevarán los ordenadores al aula? Dejad la imaginación fluir…

Niños en la vuelta al cole dentro de burbujas de plástico

Los recreos de ahora en adelante.

¿Se mantendrá el comedor escolar?

El comedor escolar; el mejor invento de la humanidad tras la lavadora, el apiretal, la opción deshacer de word y el scanner en el móvil.  En el colegio de los dos pequeños ya se hacen dos turnos. Si alargan más habrá cursos que perderán una hora de clase porque si no hay espacio es que no hay, no puede sacarse más. Y ojo, porque como me quiten el comedor a mi se me llevarán media vida, literalmente. No me gusta cocinar, no se me da mal pero no tengo ni imaginación, ni recursos, ni tiempo. Mis hijos son la definición de «malos comedores» y el aspecto social hace que en el colegio no tengan problemas. Que sí, que es para acabar con ellos lentamente, pero ya, tras muchos años de agonía lo asumo y he dejado de fustigarme y discutir con ellos por este tema. Están sanos y tiramos de mínimos y básicos. Punto. Ya llegarán tiempos mejores.

Entradas y salidas escalonadas

Además los horarios de entrada y salida. Que a ver, con la que se monta entre alumnos y familiares es normal que se tome alguna medida porque aquí no hablamos de distancia social. Eso es la jungla, el jumanji de la educación obligatoria, el solo puede quedar uno en su máxima expresión.

Esto conllevará que quizás cada ciclo entre y salga a horas distintas, no lo sé, hablo por hablar.

La entrada me preocupa menos porque el año pasado ya iban solos dado que la ruta de su hermano llega a la misma hora y lo de acompañarlos es imposible (por aquello de estar en dos sitios a la vez y tal, ya ves tú). El problema es a la vuelta. Lógicamente no los dejan irse solos pero, ¿qué voy a hacer si salen de manera escalonada y coincide con la llegada de su hermano??

Cambio de jornada partida a intensiva

O la posibilidad de una jornada continuada. A ver que esto es un temazo -y para mi una pesadilla-. Hay muchas comunidades en las que ya está implantada y no hay más tutía. Aquí en Madrid no, depende. En nuestro colegio por ejemplo se ha votado varias veces pero no ha salido adelante.

Mirad, he vivido ambos tipos, continuada y partida. Y me niego rotundamente a repetir la continuada. Que si no hay más remedio, pues no lo hay pero mi experiencia era la de niños que a última hora casi no atendían, llegaban a la comida desganados porque se hacía super tarde, desaprovechaban las horas posteriores porque les entraba la bajona tras comer y no es como en el cole que juegan en el patio y están con los compañeros activándose.  Luego costaba la vida que se pusieran a hacer tareas, y ni te cuento si hacen alguna extraescolar. Eso al margen de que la mañana se me quedaba en un rato para hacer las cosas de casa y trabajar.  Para mi todo mal, pero eh, es mi opinión, que puede no ser la tuya. Ellos prefieren partida, yo prefiero y necesito partida (por cosas como la conciliación que fíjate qué tontería, querer tener tiempo para trabajar y ganar dinero para comer y vivir…). Así que en esta casa nuestra postura está clara, pero insisto, respetando a los que preferís la otra.

Protocolo ante posibles síntomas

El protocolo ante determinados síntomas. ¿Qué pasará en cuanto estornuden, o tengan moquetes? Por poner un ejemplo. No sé los vuestros, pero los míos, especialmente Alejandro y Rodrigo tienen mocos desde septiembre hasta mayo. Hay profesionales que aseguran que en cuanto haya un estornudo o un dolor de garganta, eso al margen de la conocida tos y la fiebre hay que acudir al médico. ¿Nos vamos a pasar el curso llevándolos y saturando urgencias y atención primaria? Es inviable de todas todas. Espero con ansia el protocolo a seguir y es, probablemente lo que más incertidumbre me genera. Porque confío en los médicos, mucho, infinito y más allá, pero claro, cuando leo estas cosas y sus recomendaciones de aplazar el curso lo entiendo y me debato en mi interior entre mil emociones y pensamientos y COLAPSO.

 

Educación especial

En el caso de Rodrigo tienen muy bien atado el tema ruta: toma de temperatura en casa, al subir al autobús, limpieza de cada usuario de manos por parte de monitoras, sitio fijo, lugares concretos de entrada y salida…Al igual que el comedor que se ceñirá a grupos estables de convivencia, es decir, por aulas en mesas y haciendo turnos.

Ahora falta ver cómo se va a proceder con las clases de los especialistas ya que algunos van al aula, pero en otras actividades deben salir como en sesiones individuales de logopedia, movilidad, fisio, música… Lo bueno es que son solo cinco niños en clase, lo malo es que el tema medidas de higiene y distancia lo llevan regular. Pero fijaros que con todo, me preocupa menos porque se está trabajando muchísimo desde hace meses. Y no será porque les hayan asignado más recursos PORQUE NO. Con lo que tienen están dosificando para hacerlo lo mejor posible.

 

Así que, ante este panorama de «no se sabe nada is all around«, he decidido agobiarme lo justo y necesario porque yo, aunque querría tener la solución o poder contribuir, por supuesto, lamentablemente NO PUEDO HACER NADA, salvo seguir informándome e inculcando a mis hijos hábitos de higiene y protección ante este virus poco oportuno.

Porque no está en mi mano. No es que quiera mandarlos al colegio a toda costa, pero tampoco quiero que sigan en casa más tiempo del que sea imprescindible. Quiero que sean felices y eso pasa por volver con sus amigos, a sus colegios, a sus rutinas, aunque vayan a ser diferentes. Pero con seguridad y no la hay. Así que a ver qué mente poderosa es capaz de gestionar toda esta información opuesta sin generar una disonancia que nos haga estallar a la mínima.

Asumo que quizás haya temporadas que tengan que estar en casa, que quizás podamos volver a marzo. Temo que se infecten, por supuesto. O quizás no. Quizás va todo mejor de lo que pensamos. A lo mejor se organizan fenomenal.

¿Quién lo sabe?

Nadie.

No hay ninguna bola de cristal, no hay cartas de tarot ni horóscopos milagrosos. No hay fórmula matemática ni estudio con evidencia que nos diga qué va a pasar, qué no va a pasar.

Que mi enfado es mucho. Si. Que asumo mi impotencia en este tema. También. Pero al mismo tiempo entiendo que no tengo el control, y por eso perder energías en arremeter contra todo y contra todos, con el enfado como estado constante no es una opción.

Esto no quita que no reclamemos, faltaría más. Deben conocerse nuestras situaciones, opiniones y debemos compartir nuestro desacuerdo y nuestra indignación. Por supuesto.

Pero yo lo haré sabiendo que mientras tengo a unos niños en casa que me siguen reclamando. Niños ajenos a este treje maneje de culpas recíprocas y nula asunción de responsabilidades que les afecta directamente. Niños que están siendo títeres y chivos expiatorios de gestiones nefastas.

Seguiré tratando de hacer acopio de la poca paciencia que me queda para ser mejor madre, la que necesitan e intentando dulcificar estos tiempos en los que ser niño está siendo la peor de las opciones.

 

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