Rodrigo aprende despacio, muy despacio. Pero es cierto que cuando lo consigue, lo hace bien. Adquiere cada comportamiento, cada aprendizaje, cada una de las rutinas de forma precisa.

Ya he comentado en varias ocasiones la importancia de estas en su día a día porque realmente es lo que le permite funcionar con cierta estabilidad, sentirse seguro en un entorno constantemente cambiante y lo que le va otorgando una autonomía que, si bien tiene que trabajarse mucho y requiere de ayuda, no deja de ser uno de sus mayores objetivos.

Las rutinas tienen que tener una finalidad, al menos en nuestro caso. Las relacionadas con el aseo han sido muy trabajadas desde el aula y extrapoladas, estando totalmente integradas en su repertorio conductual.

Todos los días es lo mismo. Esté haciendo lo que esté haciendo, a la instrucción «Rodrigo venga, a lavarte» ( o algo similar), aquél deja lo que está haciendo, me coge de la mano y me lleva al cuarto de aseo.

Allí le limpio los pies (va descalzo, siempre), le pongo los calcetines y las zapatillas. En este proceso el me da las prendas. Con las zapatillas lo intenta, pero aún le queda. Los velcros puede cerrarlos, con poca precisión, pero ahí va poco a poco.

Después toca el lavado de manos y de cara y secarse, teniendo que ayudarle de momento y que aunque da el primer paso es pasivo. Siempre por este orden. Acto seguido coge el cepillo de dientes y la pasta y me los da. Puede intentarlo él pero a los dos segundos me lo devuelve, así que permanece con la boca abierta mientras le lavo. Uno de los grandes logros es haber pasado de hacerlo desde detrás a hacerlo frente a su boca, y lo tolera bastante bien. A continuación damos paso al pelo, un poquito de agua en esos rizos y a veces algo de espuma. ¡Ah! y la colonia, no nos vamos sin ella.  Ya se encarga él de darme el botecito, agachar la cabeza y esperar a que lo perfume un poquitín.

Y de ahí coge carrerilla hacia el salón. En ese momento todos tenemos que estar preparados a falta de poner chaquetones. Si alguno se demora lo más mínimo, necesita ir al aseo, se le ha olvidado algo…entonces entra en crisis, se quita las zapatillas, calcetines, lanza objetos, se quita los pantalones…

Necesita que se de un orden. El suyo. Y de momento tratamos de cumplirlo. Es muy curioso ver cómo nos da las mochilas y las chaquetas a sus hermanos y a mí; cómo me acerca las llaves, gafas de sol y móvil. Cada día.

Entonces, antes de salir bebe agua y ya sí, ya estamos listos.

Esto cada día. Desde hace años, independientemente de donde hayamos vivido.

Y ahora también hemos (porque sus acciones nos afectan a todos) rutinizado la vuelta.

Ni que decir tiene que tenemos que regresar de la parada del autobús por el mismo camino siempre. Eso por descontado.

En cuanto entramos en casa comienza a aletear, tira la mochila, se quita el chaquetón que deposita encima de la mesa y coge carrerilla hacia la cocina. Allí alcanza un vaso de un mueble alto (ya no hace falta que lo tengamos en un carrito que preparé para mejorar el acceso) al tiempo que coge un plátano del frutero. O una cuchara y un yogur. O una manzana, un cuchillo y un bol. Me coge de la mano y me lleva a la sala de estar. Espera que le ponga los dibujos y entonces ya sí puedo darle de merendar.Discapacidad intelectual y rutinas

Esto, tan estructurado, lleva haciéndolo cosas de semanas a fuerza de ir yo repitiendo patrones y pidiéndole que colabore en cada secuencia.

Y lo mismo con las comidas, concretamente desayuno o cuando por la noche cae algo en tazón. Sabe perfectamente qué debe hacer: sacar leche (la suya no otra) de la nevera, el tazón, el cacao sin azúcar, la cuchara, el babero, el bizcocho o galletas o lo que sea y las pastillas correspondientes.

Todo esto que a priori puede parecer poco relevante es un paso enorme en su día a día y en el nuestro. Le ayuda a estructurar tiempos que no es sencillo; a comprender el mundo, a darle significado a cada momento del día, a sentirse partícipe de algo y le da unos subidones de autoestima enormes porque son acciones que realiza de manera exitosa y es reforzado por ello.

Tenemos muchas rutinas básicas, y la constancia es la clave. Poco a poco vamos introduciendo en estas algunas más específicas preparando y facilitando siempre el entorno y después vamos retirando esos apoyos.

No perdemos la esperanza de lograr una mayor comunicación con el cuaderno. Están trabajando duro en el aula, pero en casa no es receptivo. Pero realmente confiamos en que llegue un momento en el que podamos darle uso y facilitar la convivencia y que su desempeño vaya evolucionando.

Aunque Rodri tenga discapacidad intelectual puede seguir aprendiendo y es algo que no debemos olvidar nunca. Y sí, es cierto que esto complica enormemente el Autismo, es así.

Damos gracias todos los días por haber encontrado un colegio en el que se están dedicando horas a encontrar el sistema de comunicación más adaptado a su compleja condición. Sin prisa pero sin pausa. Individualizar la educación es la mejor herramienta para estos niños, es lo que asegura que el aprendizaje sea significativo, de calidad y que Rodri en algún momento pueda transmitirnos deseos y necesidades.

No infravaloremos la importancia de lo rutinario. Solo pensad si tenéis hijos, cuando hay muchos días de vacaciones como están, desorganizados, desorientados. Pues imaginad un pequeño que no comprende el mundo.

¿Cómo gestionáis el tema rutinas? ¿Os imaginábais que podían llegar a ser tan importantes?