No hay familia que se precie que no tenga alguna rutina. Bien de comidas, de salidas, de pasatiempos. Cualquiera. Define la identidad y la esencia particular de ese núcleo. Genera unión, costumbre y escribe la historia.
   En mi caso particular, una de tantas es la salida de los fines de semana del padreamantísimo con la triada y la perra-yegua-percherona. Aprovechando los madrugones indecentes, se los lleva a dar un largo paseo, respirar la brisa del mar y, de paso, dejarle a una servidora un ratito de relax y silencio sa-gra-dos.
   Y esos momentos son impagables. Ese café en SILENCIO. así en mayúsculas. Lloro de emoción sólo con recrear cómo será el próximo ratito a solas, anhelado a más no poder.
   Pues bien, esta mañana no iba a ser menos, y allá que se marchan todos en compañía y son mientras me dispongo a ver qué ha pasado en el mundo más allá de las aventuras de la Patrulla Canina o Bob Esponja.
   Y, cuando no llevaba ni medio café recibo un wassap de mi esposoamantísimo. 
   Inquietante.
   ¿Por qué? Porque él es de pocos mensajes y pocas redes sociales, entre otras cosas porque tiene poco tiempo libre y lo emplea en otros menesteres (y por el riesgo a engancharse, que tiene un peligro que no veas).
   La cuestión es que si él me manda un mensaje:
    A) Algo malo ha pasado
    B) Tiene algún recado que hacerme
    C) Se le ha olvidado algo urgente
    D) O me reenvía alguna chorrada que me tiene riendo un cuarto de hora.
   Y, cruzando los dedos porque sea la D, me veo ESTO: 

    Pocas más explicaciones.
   A los 15 minutos llaman al timbre de casa. Mmmm…»Pero si se ha llevado llaves….»
   Abro y me veo a los niños escondidos en las escaleras del piso de arriba.

  – Pasad
  – No estamos
   – Virgen del amor hermoso como estáis, Pasad a cambiaros ya. ¿Y vuestro padre?
  – ¡Ahí abajo!
  – ¡Calla chivato!
  – Anda que…ya te vale.
  – ¡Que ha sido la lluvia, qué culpa tengo yo!

   Y, mientras les hago cambiarse de cintura para abajo POR ESTO,

el pequeño me dice:

– La culpa ha sido de papi. Vas a castigarlo, ¿verdad?
– Ay amigo, cómo lo sabes…
– Que no mami, que la culpa es nuestra que nos hemos mojado.
– Noooo, de papi que nos ha dejado.
– Noooo- Siiii

…Y mientras:

– ¿¿Pero qué ha pasado??
– ¡Que ha sido la lluvia!
– Qué lluvia ni que lluvia…
– Que sí, pero sólo los pies.
– Ya te vale.
– Pues que jugando jugando…y ya ves.
– Alejandro está chorreando casi hasta las ingles.
– Es que se ha venido arriba y en una de esas se ha comido una ola. No veas qué risa…
– Sï, vamos, una fiesta.
-«¡Atchís!»
– ¿Lo oyes? Ya está estornudando.
-Sí hombre, va a ser por esto.
– Claro, como tú no estás la semana que viene, me quedo con los tres malos. Planazo.

   Y aquí tengo al de casi cuatro, con la bata de zorrillo embutido, con dolor de garganta incipiente, a la mediana con semi afonía y una servidora apretando fuerte los puños y rezando por esquivar a los santos viruses.
   Mientras el santoesposo se dispone a pasar 4 días de trabajo durmiendo a pierna suelta y alejado de estornudos, mocos y niños en general.
   En otra vida quiero ser marido resfrianiños.

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